SUPAFAMICOM

Pierde relevancia cuándo o cómo, lo realmente importante es que nos sucedió y nos ha traído hasta aquí.Hace un año coincidimos por casualidad en una acampada en un bosque no muy lejano. Por entonces no todos nos conocíamos, pero todos teníamos en la cabeza las mismas tonterías sobre Cassady, Kerouac, Kessey y compañía... Y entre aquellos espesos árboles, charlamos toda la noche y bebimos hasta desfallecer. Pero al despertar al día siguiente aquel bosque no parecía el mismo, intentamos retomar el camino, pero no nos fue posible, andamos durante horas y horas y no reconocimos nada de todo aquello, ninguno había pisado antes aquel lugar. Como hombres, nos dimos por vencidos y aunque nos repetíamos que solo nos tomábamos un descanso, la realidad era que estábamos exhaustos y destruidos por la situación. Dejamos nuestras cosas y nos apoyamos en los árboles. Fue entonces cuando ocurrió algo inexplicable. Pasaron diez salidas de sol y diez lunas, en las que se transcurrieron las cuatro estaciones. Nos deshidratamos en verano, llovió en otoño y nevó en invierno, en el que pasamos el mayor frío que de nuestras vidas. Mientras, seguíamos en aquel lugar, solos, preguntándonos una y otra vez que hacíamos allí. Inmersos en el sin sentido de nuestra existencia Únicamente éramos conscientes del dolor, que no nos permitía pensar.Y entonces llegó la primavera. La tierra se empezó a mover, y delante de nosotros, a tan solo unos metros, el suelo se desprendía. Se formó un agujero enorme por el que asomaron unas gigantescas orejas de conejo de color rosa, unidas a un cuerpo aún mayor. Arrastró su pesado cuerpo hasta la superficie y nos miró fijamente. Observamos atónitos durante largo rato, hasta que empezó a hablar pausadamente: "ANTES. DEL. FIN" El descomunal animal paró para respirar. "Piensa. Tu. Camino. Sobretodo. Piensa. Hazlo. Feliz." En el mismo instante en el que finalizó la frase, notamos como una sonrisa antinatural se nos grababa en el rostro. Primero nos dolió, pero a los pocos minutos uno se acostumbraba. Al cabo de unas horas habíamos recuperado las fuerzas y reemprendimos la búsqueda de la salida. Esta vez nos limitamos a seguir la senda que estaba grabada en el suelo, y que no recordábamos haber visto antes. Salimos del bosque al cabo de unas horas y nos dirigimos a la carretera, para haceros partícipes de esta gran buena nueva.Palabras de gran sentido y contundencia, que aunque imperceptible si salieran de una boca cualquiera, nos llevará mucho tiempo manifestar lo que solo el excepcional conejo rosa fue capaz de transmitir.