Un hombrecito va por allà caminando fresco, cargando un libro de Mr. Edgar Allan Poe que pesa 5 kilos. De pronto un gordo lo ve pasar y se acerca y le pregunta:- DÃgame, ¿no le molesta andar con ese libro tan pesado parriba y pabajo?El hombrecito, que es muy bondadoso y un poco ingenuo, no se da cuenta que el gordo se quiere burlar de él, y por eso piensa antes de contestar, para darle la respuesta exacta; y ella es:- Lo que pasa es que desde hace un tiempo para acá me di cuenta que yo vivo mi vida montado en un globo, y el libro de Edgar me sirve de lastre. Lastre para no elevarme tanto, para no ir a parar a una región desconocida, habitada por gente que a lo mejor no me gusta, que no conozco. Además la persona que más supo de globos en el mundo fue mi amigo Edgar. Y el gordo al oÃr eso se le rÃe en la cara. Y el hombrecito comprende ahora y se pone muy triste. Y la tristeza le dura cinco dÃas. Hasta que se encuentra en una pelÃcula una actriz americana de la que se puede enamorar fácil, y la tristeza se le pasa.
KIM
A un hombrecito le gusta el cine y llega y funda un cine club, y lo primero que hace es programar un ciclo larguÃsimo de pelÃculas de vampiros, desde Murnau y Dreyer hasta Fisher y ese film que vio hace poco de Dan Curtis. Al principio hay mucha acogida y todo: el teatro se llena. Pero semana tras semana va bajando la audiencia. Como se sabe, el público cineclubista est compuesto en su mayorÃa por gente despistada que acude a ver acá "el cine de calidad" que no puede ver en los teatros cuando estos sólo exhiben vaqueros y espÃas: Imbéciles que abuchean una pelÃcula de John Ford con John Wayne "porque el ejército de EE.UU. siempre mata muchos indios", que le dicen imbécil a Jerry Lewis. Esa gente cómo le va a coger la onda a los vampiros, no falta por allà uno que insulte al hombrecito del cineclub por estar exhibiendo cosas de éstas, cuando los estudiantes luchan en las calles, gente que únicamente sufrÃa de noche y que siempre duerme bien y al otro dÃa se despiertan y pueden hablar de amor, de papitas, de viajes, de polÃtica y cuando llega la noche se ponen a soñar de lo mismo que han hablado durante todo el dÃa. Pues bien, el hombrecito de nuestra historia comenzó a perder grandes cantidades de dinero, porque ya al final no iban más que diez personas a sus pelÃculas de vampiros, 9, 8, 7, 6, 5, los últimos 4 sà empezaron a conversar, a contarse recuerdos, pasó el tiempo y uno de ellos se mudó de ciudad, otro amaneció un dÃa muerto, uno se graduó de arquitectura y nunca nadie más lo volvió a ver por estas tierras.El hecho es que el sábado 25 de septiembre de 1971, el hombrecito encontró, al ir a introducir el último film del ciclo, que no habÃa más que un espectador en la sala, allá detrás, en un rincón, mitad luz y mitad sombra.El hombrecito iba a comenzar a hablar de la pelÃcula que amaba tanto, pero el Conde se paró de su butaca y le sonrió, y el hombrecito tuvo que bajar los ojos.