Esta es la historia de dos músicos y un creyente del rock, quienes se cansaron de recorrer las alcaldÃas de Anzoátegui, a las que acudÃan con el proyecto de un ciclo de conciertos de rock, metido dentro de una carpetita de manila, otrora amarilla, reluciente de nueva, y a la fecha desgastada, sucia y con los bordes levantados. La carpetita, les acompaña tocar la puerta de varios despachos de gobierno, sin que a quienes ..la mueven.. les conmoviera la dramática historia de la falta de apoyo a las bandas nacionales y otras de esas frases trilladas y noveleras que, aunque muy cursis, bien relatan cómo es el ..bisness.. de los espectáculos públicos y privados en este paÃs.
Porque, si de empresarios se trata, la carpetita también contenÃa un amplio expediente sobre los cuentos de estafas a bandas nuevas, de producción independiente, contratadas bajo acuerdos engañosos y maltratadas por organizadores de conciertos, de los que ven al rock como una oportunidad de negocio y no como la vida ..meeeejma...
Y asÃ, con un amor al arte desmedido y bajo el auspicio del propio peculio, cochinitos, cajas de galletas, ..bajo el colchón.., dentro del sostén de la jeva y moneditas, los dos músicos y el creyente se dijeron: ..no jo.. vamos a echarle b.. nosotros, pa.. ver si es que no hay rock en esta verga...
De tan delicioso ejercicio de retórica castellana, servido por la dulce lengua de Andrés Bello y el best seller de Carlos Fraga sobre el mapa del tesoro sobre cómo lograr las metas, inspirados en el Festival de Rock de Valencia y en los inolvidables ..Miércoles Insólitos.. del Teatro Nacional de Caracas, los atormentados súper héroes portocruzanos, se sentaron sobre la vieja carpetita, en una acera de la Calle Libertad del atestado casco central de Puerto La Cruz y decretaron la creación y ejecución del evento musical de masiva convocatoria que habrÃa de cambiar el destino y las mentes cerradas del oriente venezolano: ROCKVILLE 2007. Un evento hecho a pedal y bomba, entre todas las bandas, que son panas entre sÃ; con los rockeros de la radio, que también son panitas; con el apoyo de la Mega, donde trabajan todos esos panitas y con sede en el Museo Dimitrios Demu de LecherÃa, gracias a los únicos curadores de arte que, de pana, le han apostado al rock en serio.