About Me
Por Alfredo Rosso
Febrero, 1982. El director artÃstico de Phonogram, Adrián Berwick, señaló el cassette que descansaba sobre su escritorio y me dijo: “Tengo algo para que escuches y me des tu opinión. Es una banda nueva: dos argentinos, una inglesa y un italiano educado en Gran Bretaña. Acabo de grabarles un demo y no sé muy bien qué hacer con ellosâ€. La duda de Berwick se justificaba: en febrero de 1982 no era fácil introducir en el mercado del rock nacional a un grupo de estilo indefinible, que mezclaba punk-rock con reggae y que –encima– tenÃa letras en inglés.
Salà de las oficinas de Phonogram con el cassette en el bolsillo y una idea dándome vueltas en la cabeza: verlos en vivo. TenÃa una sola pista: ese sábado iban a tocar en un local de Olivos. Mastropiero estaba en la calle Corrientes, entre Libertador y Bartolomé Cruz, justo enfrente de un circuito de mini-golf muy popular en aquellos dÃas, donde hoy se encuentra el restaurante La Palmera. Mastropiero era el clásico bar-whiskerÃa de los años 80: paneles de madera en las paredes, barra acolchada, mesas y sillas macizas y vidrios traslúcidos. Los sábados a la noche era un reducto de parejas y de amigos tomándose un par de cervezas. La música ambiental era tÃpica de las FM de entonces: baladas tipo “All by Myselfâ€, de Eric Carmen y “Feel Like Makin’ Loveâ€, de Roberta Flack.
Llegué apenas pasada la medianoche. Al rato las luces bajaron y por primera vez reparé en el escenario ubicado en un extremo estrecho, sangucheado entre la puerta de entrada y una esquina del local, como si hubiese sido un pensamiento de último momento. Stephanie Nuttall, semitapada por su baterÃa, ocupaba buena parte del escenario. A su derecha, un delgado y morocho bajista llamado Alejandro Sokol hacÃa equilibrio para caber en su rincón. A su izquierda, Germán Daffunchio lucÃa reconcentrado, arqueado sobre su guitarra eléctrica y casi de espaldas al público. El centro del escenario lo dominaba el cantante, un personaje macizo que tenÃa delante de sà una cajita electrónica y, a su lado, una guitarra acústica. Llevaba una grotesca careta de hippie con barba mefistofélica y unas crenchas de pelo a lo Rasta que salÃan como tirabuzones y colgaban a los costados. De a poco fue surgiendo el ritmo machacón, hipnótico, de “Night & Dayâ€. Cuando el tema alcanzó el pico de su crescendo, el cantante se arrancó la careta, revelando rasgos faciales poderosos y una soberana pelada. Era, por supuesto, Luca Prodan.
No lo sabÃa entonces pero estaba presenciando el segundo recital, propiamente dicho, de Sumo. En ese momento me asaltaron varias sensaciones distintas. La primera fue que Sumo sonaba como ningún grupo que yo habÃa escuchado hasta entonces. Era una cuestión de originalidad, no de perfección técnica, ya que el sonido era bien crudo. Pero habÃa algo definitivamente nuevo en ese golpeteo primal de los parches de Nuttall, en el bajo macizo de Sokol, en la urgencia caótica de las notas de Daffunchio. Todo eso enmarcando la voz a veces desgarrada, a veces melancólica, a veces acusadora, pero siempre impregnada de una indudable autoridad, de Luca Prodan.
La segunda sensación fue de desplazamiento. El entorno cheto de Mastropiero y de Olivos todo pasó a un segundo plano. A medida que pasaban los temas me iba metiendo en ese film noir que rodaban las letras del grupo; en la tensión de “Hello Markâ€, donde Luca trataba de penetrar en el cerebro del asesino de John Lennon; en el hastÃo existencial –en medio de la lluvia londinense– de “Telephones Ringing in Empty Roomsâ€; y en el sinuoso subibaja reggae de “Breaking Awayâ€.
Cuando Sumo bajó del escenario sentà esa confusión temporal y espacial con la que el cuerpo, aún no repuesto, suele reaccionar después de atravesar por una experiencia inusual y catártica. Alguien del lugar me presentó al manager del grupo, Timmy Mackern, y por su intermedio conocà a Luca. Descubrimos gustos musicales en común: los grupos más “jugados†de la new wave inglesa, Wire, Joy Division; cantautores como John Martyn yNick Drake; y el reggae combativo del sello Front Line, que tenÃa en su catálogo a Culture y Mighty Diamonds. Al rato se acercó la baterista Stephanie y de golpe se me encendió una lucecita en alguna parte de la memoria: recordé haber visto, en un periódico musical inglés al que acababa de suscribirme –el New Musical Express– un artÃculo sobre la banda inglesa de Stephanie, Manicured Noise. Se titulaba “Stephanie and her pet rat†(“Stephanie y su rata amaestradaâ€) y el periodista comentaba jocosamente el hábito de la chica –empleada de una especie de DGI inglesa– de salir a cobrar impuestos de puerta en puerta acompañada por un hamster al que llevaba en una jaulita. El hecho de que un argentino tuviese, a 8000 kilómetros de distancia, un artÃculo sobre un grupo que era prácticamente desconocido en la propia Inglaterra, nos permitió romper el hielo rápidamente.
Las actuaciones en Mastropiero duraron varios fines de semana. Por lo general, los sábados el local se llenaba, pero los domingos a la noche era otra historia. Sumo llegó a tocar para seis o siete personas; pero eso no parecÃa afectarlos. Luca cantaba con la misma o, a veces, con mayor intensidad, y Germán, Alejandro y Stephanie le respondÃan palmo a palmo. Más que explotar, Sumo parecÃa implosionar. Estaban descubriendo sus posibilidades, viendo hasta dónde podÃa llegar esa quÃmica hecha de palabras, sonidos y emociones.
Septiembre, 1968
un elegante colegio escocés
El embrión de Sumo comienza a gestarse en 1968 con la amistad de dos estudiantes pupilos de Gordonstown, un colegio privado escocés: un italiano llamado Luca Prodan y un argentino, Timmy Mackern. “Entre nosotros se dio un acercamiento casi naturalâ€, recuerda Timmy hoy, “ya que ambos éramos tratados por los británicos con cierto tono despectivo por nuestra calidad de extranjeros. Allà empezó la amistad con Luca, que se afianzó durante los tres años siguientes. Un dÃa, cuando le faltaban seis meses para terminar el colegio, Luca se rayó y se escapó. Vendió una escopeta de caza que le habÃa regalado el padre y se volvió a Italiaâ€.
El colegio dio la alarma y la fuga del joven italiano llegó hasta los oÃdos de la Interpol. Finalmente Luca se reencontró con su madre en Italia y terminó la secundaria en una escuela de Roma. Al año siguiente estaba de vuelta en Gordonstown, pero esta vez para ver a su amigo argentino. “Me invitó a pasar el verano en Italiaâ€, dice Timmy. “Allà conocà a su hermano menor, Andrea –que en ese entonces era un niño– y también a sus padres.†El padre de Luca, Mario, era romano y vendÃa arte chino. La madre, Cecilia, era escocesa pero en su juventud habÃa vivido en Shangai, donde trabajó para el agregado del gobierno colonial inglés. Su padre (el abuelo materno de Luca) habÃa sido un importante funcionario de la red de transportes de Shangai. Allà fue donde se conocieron los padres de Luca. “La mamá me contó que su jefe inglés no querÃa que se casara con un italianoâ€, continúa Timmy, “porque decÃa que su futuro marido era un espÃa del enemigo, que iba a sacarle información confidencialâ€.
Cuando los japoneses invaden Shangai, los padres de Luca van a dar a un campo de concentración con sus dos pequeñas hijas –las hermanas mayores del futuro cantante de Sumo– Claudia y Miquela. Una situación calcada de la que describe J.G. Ballard en El Imperio del Sol: los funcionarios coloniales ingleses y europeos que estaban en China pasaron a ser prisioneros de guerra de los japoneses.
Luca Prodan aprendió a tocar la guitarra gracias a las enseñanzas de un profesor inglés de Gordonstown, que era el jefe de los boy-scouts. Timmy Mackern cuenta que durante el verano que pasaron en Italia, Luca iba a la Plaza España, por ese entonces un reducto de los hippies romanos, y tocaba para los turistas. “Siempre le gustó ser el centro de atracciónâ€, diceTimmy. “En esos dÃas era fan del grupo Canned Heat y hacÃa covers de sus temas.â€
Luca y Timmy vuelven a encontrarse en Londres, donde comparten un departamento en Chiswick, cerca del jardÃn botánico Kew Gardens. Timmy estudiaba fotografÃa y Luca trabajaba en una empresa de seguridad. El hobby de ambos eran los recitales. Era la época de oro del rock sinfónico y progresivo y vieron de todo: Van der Graaf, Robert Wyatt, Henry Cow. “En esa época también empezaba a pegar el reggaeâ€, dice Timmy, “pero todavÃa era medio mal visto por la sociedad inglesa; estaba confinado a barrios de inmigrantes, como Brixtonâ€.
Mackern retorna a la Argentina al enterarse de la muerte de su padre y decide quedarse. Luca sigue en Londres y comienza a trabajar en la disquerÃa Virgin. “Un dÃa me escribe diciéndome que era adicto a la heroÃna, que tenÃa hepatitis y que estaba todo malâ€, recuerda Timmy. “Mi madre habÃa pasado por Londres y le habÃa dejado algunas fotos mÃas con mi familia. Para ese entonces yo me habÃa casado y tenÃa ya dos hijas. Y bueno, Luca vio las fotos, vio imágenes de vida, de sol y le pareció todo muy lindo, mientras que él estaba allà en Londres, adicto, enfermo y todo eso. Entonces me escribió: Espero que no resulte muy pesado de mi parte, pero me gustarÃa ir para allá. Yo le contesté que estaba todo bien, que viniera. A esa altura yo ya estaba viviendo en Nono, Córdoba.â€
Luca Prodan vino por primera vez a la Argentina al filo de los 80. “Al principio querÃa hacer algo en el campo, aprender alguna cosaâ€, dice Timmy. Después de un tiempo, sin embargo, empezó a rondarlo la idea de formar un grupo de rock. “VeÃa lo que estaba pasando en Argentina con la música y decÃa que estábamos muy atrasados. Él venÃa de pasar por la explosión del punk y aquà todavÃa estábamos a años luz de todo eso. No habÃan salido ni Virus ni Soda ni el bar Einstein.â€
Luca sintió que podÃa hacer algo aquÃ. Entonces volvió a Londres, juntó algunos pesos que tenÃa guardados, vendió algunas cosas y con lo reunido compró una portaestudio y algunos instrumentos. De paso invitó a unirse a la incipiente banda a su ex compañera de departamento, la baterista Stephanie Nuttall.
El amor de Stephanie por la música comenzó, literalmente, en el vientre de su madre. “Mi papá tocaba el tambor en una banda militarâ€, contó durante nuestro reencuentro de noviembre de 2001, en un café de su ciudad natal, Manchester. “Cuando estaba embarazada de mÃ, mi mamá fue a verlo en uno de sus desfiles. Ella me contó que cuando sonaba el tambor yo la pateaba en la panza al compás, asà que debÃa gustarme.â€
Después de tocar el violÃn y la melódica y de cantar en el coro de su escuela, Stephanie se volcó de lleno a la baterÃa cuando, tras dejar la casa paterna, formó el grupo Manicured Noise con su amigo Gavin. Eran los dÃas fundacionales del punk y la new wave y Manchester hervÃa con bandas claves de la movida como los Buzzcocks, The Fall, Joy Division y Magazine. “Manicured Noise era una banda muy intensaâ€, dice Stephanie. “Despertábamos odios y amores apasionados. SalÃamos a escena vestidos de negro y tenÃamos una tribu que nos seguÃa a todos los recitales. Empezamos tocando en clubes y la cosa fue creciendo hasta que nos contrató Charisma Records, donde grabamos dos simples. Incluso salimos de gira como teloneros de Wire y de Siouxsie & the Banshees.â€
Con el tiempo a Stephanie le entró la desilusión con el rock-business y Manicured Noise se fue desintegrando de a poco. La baterista se mudó a Londres y compartió un departamento con su amiga Linda –ex manager del grupo– y el novio que Linda tenÃa por ese entonces, que resultó ser Luca.
“Nos hicimos muy amigos. ¡Luca era tan interesante! TenÃa conocimientos muy amplios, no sólo de música, sino también del mundo y de las personas. Y un gran sentido del humor. PodÃa hacerse el bobo, imitar vocecitas de nene... Era muy cálido. Aunque era adicto a la heroÃna y tenÃa un caráctercambiante; podÃa ser violento y tratar mal a la gente, podÃa ser agresivo o súper gentil. Pero vivÃa su vida muy abiertamente, no se guardaba nada. TenÃa una tendencia a darles cosas a los demás, a dar cosas de sÃ. Me acuerdo que le encantaba cocinar... pasta, guisos. ¡Bien italiano!â€
Al poco tiempo Luca marchó para la Argentina y luego volvió con la invitación que le movió el piso a Stephanie. “Lo pensé un pocoâ€, dice la baterista. “La decisión no era sencilla. Mis padres me decÃan No sabés lo que te puede pasar allá. Pero al final acepté.â€
Stephanie Nuttall voló hacia Buenos Aires el 13 de octubre de 1981. El tiempo era horrible: tormenta, truenos, relámpagos. Tuvo que cambiar de avión en Holanda y hacer una escala en Lisboa y después, nueve horas sobre el Atlántico. Despertó cuando salÃa el sol y el avión llegaba a RÃo de Janeiro. Stephanie se deslumbró con el cambio de clima y los olores de la primavera austral. Hubo otra escala en San Pablo y, por fin, Argentina.
“Luca y Timmy llegaron media hora tarde para buscarme y yo estaba ahÃ, parada sin hablar una palabra de españolâ€, recuerda Stephanie. “Era la primera vez que veÃa militares armados en un aeropuerto.â€
Noviembre, 1981
reggae-rock en Traslasierra
Stephanie y Luca pasaron unos dÃas más en la casa bonaerense de Timmy, en Hurlingham y, después de tomarse una tarde para comprar una baterÃa, la comitiva puso proa hacia las montañas de Traslasierra, donde se juntaron con Germán Daffunchio y Alejandro Sokol. Timmy retoma la historia: “Los primeros tiempos de Luca en Argentina habÃan sido muy duros. Como buen adicto, se dio un último pico de heroÃna antes de subir al avión. Me habÃa dicho en una carta: Te aseguro que vuelvo a la Argentina limpio y curado. Obviamente era una mentira. Llegó mal y pasó los primeros tiempos durmiendo 24 horas seguidas. El tiempo era templado en Córdoba, pero él prendÃa el fuego porque estaba cagado de frÃo... Pero se la re-bancó y se curóâ€.
Luca conoció a Germán Daffunchio -.cuñado de Timmy, hermano de su esposa Inés– y a su amigo Alejandro Sokol. Cuando supo que tocaban algo de guitarra los invitó a integrarse a Sumo. “Un dÃa que estábamos en Buenos Aires, Germán fue a Promúsica, ahà en la calle Florida, y con su recibo de sueldo sacó una guitarra eléctrica a pagar en 20 cuotasâ€, recuerda Timmy. “Se la llevó para Córdoba y empezó a tocar con Luca. A aprender a tocar, en realidad.â€
Daffunchio: “Yo empecé a tocar a los 16 o 17 años. Con Alejandro hacÃamos temas de rock nacional en guitarras acústicas. Antes de Sumo fui marino mercante durante un añoâ€. Germán afirma que a los recién llegados los mandaban siempre a la peor ruta, la que iba de BahÃa Blanca a Comodoro Rivadavia, a bordo de los “boyerosâ€, unos barcos que quedan siempre a unos 100 metros de la costa, sin tocar puerto, porque tienen mucho calado. No obstante, Germán conserva buenos recuerdos del mar. “Me llevaba la guitarra al camarote. Compraba la revista Pelo y leÃa notas de guitarristas virtuosos, como John McLaughlin, Pat Metheny... Estaba convencido de que nunca llegarÃa a ser músico, de que ya era demasiado tarde para mÃ. Pero apareció Luca, con su otra visión, y me hizo ver que si te sangraban los dedos, estaba bien. ¡Hacé lo que sea, pero que tenga sentimiento! me decÃaâ€.
Sokol: “Luca me dijo Agarrá el bajo y yo le hice caso, aunque nunca lo habÃa tocado en mi vidaâ€.
En noviembre del ‘81 Sumo comenzó a ensayar en la casa cordobesa de Timmy, en El Huayco, a pocos kilómetros del pueblo de Nono. “Ensayábamos desde las 10 de la noche hasta las 6 de la mañanaâ€, dice Daffunchio. “Pero no sé, el tiempo pasaba como si nada. Era algo muy fuerte: Stephanie con su historia punk; Luca con su rollo Gordonstowniano, chino, italiano, toda la mezcla esa. Y Alejandro y yo, que éramos dos tÃpicos pibes argentinos,con toda la represión adentro de la piel. Pero este hijo de puta se mandaba al frente y vos ibas atrás diciendo ¡Yes!â€
“Al principio los temas eran sólo de Luca. El que le dedicó a su hermana muerta, Claudia, ‘Warm Mist’, y ‘Regtest’, ‘Teléfonos que suenan en habitaciones vacÃas’... También habÃa covers: ‘Five Years’ de David Bowie, ‘Goin’ Up the Country’ de Canned Heat, ‘Solid Air’ de John Martyn. El primer tema que salió de los ensayos fue ‘Night & Day’, después de una noche... llamémosla de festejos. RecibÃamos grandes lecciones de Luca. El tipo sacaba los discos simples de su colección y nos enseñaba. Me acuerdo de tapas con rastas adorando una planta... Se dio una quÃmica increÃble y Luca siempre fue la punta de la flecha. Hay varios temas “perdidos†de esa época, como ‘El reggae alemán’ y el ‘Reggae del pavo’, que hablaba de un pavo que -.con toda razón– odiaba la Navidad.â€
La barrera del idioma no fue obstáculo para que Sumo encontrara su camino musical. “Luca aprendió castellano muy rápidoâ€, dice Sokol. “En cambio Stephanie era de madera con el español, igual que yo para hablar inglés. Pero nos recontra-cagábamos de risa; nos divertÃamos a full y al final entendÃamos todo, no hacÃa falta hablarâ€.
Después de dos meses de ensayos intensos, Sumo bajó a Buenos Aires y tocó por primera vez en público en el patio de la casa de Hurlingham, el dÃa de Año Nuevo 81-82; un recital para familiares y amigos del barrio. Más importante, aún, en esos dÃas grabaron su primer demo. “Mi madre era muy amiga del presidente del sello Phonogram (hoy Universal), John Learâ€, recuerda Timmy. “Él nos atendió y nos mandó con Adrián Berwick, que era el gerente artÃstico. Berwick nos llevó al estudio de la compañÃa, que era un sitio inmenso; parecÃa un cine vacÃo. Y allà grabamos esa primera cinta, que tenÃa cinco temas: ‘Night & Day’, ‘Warm Mist’, ‘Breaking Away’, ‘Pinini reggae’ y ‘Regtest’â€.
“Una noche, con Berwick, salimos a buscar lugares donde tocarâ€, sigue Timmy. “No sé cómo dimos con el bar Mastropiero, en Olivos. Ahà estaba tocando Carlos Bisso, el de Conexión N 5, ya en su etapa solista. Y el dueño nos dijo Bueno, vengan. Y asà empezó todo.â€
“De Mastropiero recuerdo el haberme tomado siete cervezas antes de subirâ€, dice Daffunchio. “TenÃa unos nervios que me morÃa. Y salÃamos a tocar sin sonido. TenÃamos los dos baflecitos de la voz de Luca y nuestros equipos al mango. Nada más. Pero nos movÃamos a pura energÃaâ€. Alejandro conserva un afecto especial por la presentación de Sumo en Caroline, un boliche de Palomar: “La gente se encontró ante una propuesta completamente diferente. ¡Llegó el circo al pueblo! En un momento en que acá todo era Mirá cómo toco, todo virtuosismo, de repente aparece una inglesa llorando y chivando y haciendo ¡pum! ¡chá! ¡pum! ¡chá!, nada más, pero poniendo la vida. Y yo, un hijo de puta tocando el bajo, porque la verdad es que sabÃa dos notas. Y Luca poniendo todo lo que ponÃa. Y esos temas... Acá prácticamente nadie conocÃa el reggae. Recién ocho años más tarde empezaron a darle bola a Bob Marley...†Marzo, 1982
carrera de ginebra
Esa primera versión de Sumo pronto iba a enfrentar su primera prueba de fuego. Ocurrió en marzo de 1982, durante un festival en la cancha de Estudiantes de Buenos Aires, en Caseros. Participaban bandas en vÃas de consagración, como Memphis La Blusera, Los Violadores y otras que se perdieron en los pliegues de la historia, como unos buenos rockers llamados Corinna. A Sumo le tocaba la nada placentera parada de tocar antepenúltimos, justo antes de Orions -.organizadores del evento– y de la atracción principal, Riff. Algunos apostaban a cuántos temas les iban a dejar tocar las huestes metaleras antes de utilizar elementos persuasivos para acortar el set. El tiempo de armado de instrumentos entre grupo y grupo era considerable y antes que saliera Sumo ya se escuchaban crujirlos viejos tablones de Estudiantes con el grito de la hinchada del Carpo & CÃa: “¡Y dale Pappo, dale dale Pappo!â€. Al rato sube Sumo. Alejandro y Germán toman sus instrumentos, Stephanie se sienta a la baterÃa y, último, sube Luca, todavÃa con el truco de la careta de hippie que, al sacársela, revela al pelado que hay debajo. De repente, un ¡¡aahhh!! general de sorpresa: un cantante pelado era algo insólito en el rock argentino. Luca no estaba dispuesto a desaprovechar el momento. Revelando desde temprano su enorme carisma con la gente, encaró a la “pesada†de Riff y les dijo, en un castellano cargado de acento romano: “¡Para que sepan, Pappo es mi amigo! ¡Y es más, le juego una carrera a Pappo tomando ginebra, cuando él quiera!â€.
En el campo, en los alambrados, en las tribunas se hizo un instante de silencio que pareció eterno. ¡Uy, lo matan!, me susurró al oÃdo un colega, expresando el pensar de muchos. Sin embargo, lo que siguió fue todo lo contrario. Un aplauso de reconocimiento, cerrado y sincero. La pesada metalera se dio cuenta de esas cosas que están más allá de las palabras. El pelado tiene aguante.
“Creo que ayudó el shock que produjo cuando se arrancó la máscaraâ€, dice Timmy. “Nadie subÃa a tocar pelado en ese momento. Me acuerdo el shock que tuvimos nosotros mismos cuando se cortó el pelo. Volvà un fin de semana de Córdoba y mi vieja me dice: No sabés lo que hizo Luca. Y yo pensé para mis adentros: Uy, qué desastre habrá hecho. Y era que se habÃa pelado...â€
El show de Sumo en el festival de Estudiantes no fue excepcional. Esa formación tuvo dÃas mucho mejores. Pero lo importante fue lo otro. Ese entrar en el rock nacional sacando pecho que Luca, German, Alejandro y Stephanie consiguieron esa tarde de marzo del ‘82, en condiciones francamente adversas. Faltaban todavÃa muchas otras ordalÃas. A pocos dÃas del recital de Estudiantes, Galtieri y la claqué militar que usurpaba el poder en Argentina nos impulsaba a la demencia de la guerra de Malvinas. En medio de la propaganda antiinglesa, Sumo tuvo que ingeniárselas para conseguir recitales en la Capital y el Gran Buenos Aires, disfrazando el origen de dos de sus miembros de las maneras más cómicas e insólitas. Entretanto, los padres de Stephanie, preocupados por la suerte de su hija ante el conflicto, la llamaban por teléfono a diario para convencerla de volver a Inglaterra.
Finalmente, la presión fue incontenible. Recuerdo el asado de despedida en la casa de Hurlingham. Recuerdo todas las emociones cruzadas. La camaraderÃa entre el grupo, familiares, amigos. La bronca y la frustración por un sueño que se rompÃa. Las lágrimas de Stephanie y la promesa de volver cuando todo pasara. Seguro que Luca también sufrÃa. Pero en sus facciones taurinas se adivinaba una determinación de hierro: Sumo sigue.
Vino el primer enroque de piezas: Alejandro pasó a la baterÃa y un viejo amigo de Hurlingham, Diego Arnedo, se hizo cargo del bajo. Con los meses aumentó el repertorio de temas y, de a poco, los clubes se fueron transformando en teatros y las tÃmidas columnas de las revistas especializadas se volvieron notas de varias páginas. En el habitual sube y baja por el que pasa toda banda, Alejandro se tomó unos años sabáticos de rock y entraron Roberto Petinatto, Ricardo Mollo y Alberto Troglio. Llegaron los álbumes exitosos y los estadios Obras repletos. Luca dejó este plano de existencia el 22 de diciembre de 1987 y le abrió la puerta al mito. Sus compañeros, respetuosamente, decidieron allà el final de Sumo, pero la energÃa de la banda continuó vigente, transmutada en los siguientes proyectos de sus músicos, Divididos y Las Pelotas. El resto, como suele decirse, es historia.