simonantelafysusbombillas

Prologo como constante principio:El cuerpo es un catálogo inacabado de definiciones sobre los animales con los que tratamos, las fieras que amamos, las fauces que aparecen, desgarran y se van. El cuerpo es un torrente con trazos que se crean en el paso, estelas que se borran con el braceo abriendo el agua, creando la marea. Somos nosotros mismos bestias en ese catálogo: somos perros a- céfalos que cuidan de su propio infierno. Pero la tarea mayor es despojar de escollo alguno al fuego que no permite más que revolución, nuevo nacimiento y olvido de cualquier ceniza. En este infierno, pues, las impresiones se disuelven en la práctica del olvido: se modifican constantemente y el libre fluir de esas definiciones es lo que nos hace espíritus libres: exhalación constante. El siempre insaciable apetito por engrosar nuestras definiciones es lo que justamente les niega a éstas la posibilidad de suspenderse como eso: cristalizaciones en nomenclaturas que coartan nuestra práctica, incluso nuestra acción de amar. Y la música se escapa, o, mejor dicho, estalla desde nuestro pecho para desperdigarse en cada cosa - que es indiferente jamás a nuestras voces, a nuestros dedos, nuestras caricias o aplausos-. Porque, como un beso estanco, la palabra retenida es una espina en el pecho, en la sien de quien anda, e interviene en el paso libre. Entonces lo que emerge es algo diferente siempre. No cualquier cosa pero si un sonido, un suspiro, un susurro que es dado sin búsqueda de fines, sino que es solo eso: fluir. Y en este discurrir, todo pasa por nosotros y nosotros pasamos por todo: nada queda porque algo nuevo ha de pasar. Lo fascinante en el proceso de este eterno olvidar es que permite sorprendernos inmediatamente, haciendo gozoso la aparición de nuevos seres en nuestra vida: nuevas gracias que interactúan, inevitablemente, con nosotros. No es este una guía ni un mapa tallado en sangre, sino un ventarrón que no piensa, que embiste al darse completo. El sonido de los nombres, las músicas por andanzas de las criaturas a continuación, ya se van: se encienden terribles, se apagan inagotables. Martín P.