Sólo pasaba
Después de abandonar la adormecida terminal, donde el humo forma parte ya del paisaje...
Crucé un túnel lleno de cosas coloridas pero totalmente inútiles, y gente mirando ansiosa, los productos que se posaban frente a ellos esperando ese consumo que los consume, ese alarido de negocio, ese collage de artilugios frÃos y ajenos; al salir del claustrofóbico túnel un semicÃrculo de personas rodeaban a un personaje que confundÃa unos cÃrculos con sus manos, los apoyaba en el cemento los giraba y la gente después de una apuesta adivinaba donde estaba el circulo con la figura al dorso, en una cuadra encontré varios cÃrculos rodeados por semicÃrculos; medias, pilas, llaveros, relojes, sombreros, estampitas, manos, pies, mocos, mercedes benz, colectivos, casas, techos, sin techos, gente, gente, gente más gente, bancos, palomas, las baldosas pasaban de largo, una mujer levantaba la mano para detener el ómnibus que venÃa cuesta abajo, sube y se desvanece en la ligera calle, una ventana se abre y choca las ramas de un estropeado árbol, los carteles teñidos de smog con sus próceres que yacen clavados en el cemento, señalando un pequeño destino superfluo, cercano, pegados en los carteles como para que no los olvidemos, pero la memoria es urbana, y sus destinos ya están estampados en un helado cartel que señala el tránsito y el rumbo de los taxistas.
Camino y me encuentro con una pequeña plazoleta y una feria de antigüedades, bronce, vidrio, máquinas de fotos sin ojos, sifones de soda con pico labrado, amuletos, cuadros; ancianos detrás de los mesones con los mismos gestos de los artilugios que venden, fotos de los tiempos marrones, tiempos envasados en el origen de los almanaques... pero nadie, todos pasan indiferentes a los pasados servidos en la mesa, seguramente vienen del túnel que consume la claustrofobia.
Asà me consumÃa la mañana en el espejismo de la ciudad rodeado por los munditos que pasaban detrás, de costado, frente a mÃ. Las orillas de la calle siempre contienen esas cosas que nos sorprenden y nos dejan caminando en forma de signo de interrogación. La mano tendÃa desde los bordes de la calle con sus grietas de tierra en un lugar donde hace mil años que no llueve, una fotografÃa en carne viva, el remordimiento, el dolor de panza, la ceguera, el reuma, la viscosidad de tratar de pasar por el tropel urgente que nos muerde a cada rato y nos deja mal sangrantes, chorreando por las esquinas guiadas por próceres que ya ni sangre les queda , en realidad hay quienes se merecen estar clavados bajo el smog puesto que el pasado nos toca la frente todavÃa y nos destraba del olvido que va emancipándose con gran astucia hacÃa los lugares y recovecos oscuros y poderosos que rechazan la virtud de poseer todavÃa la memoria, ese barómetro que muestra que aún somos los que permanecemos en un punto Ãnfimo de la redondez de la tierra...
Empezaron a caer las gotas, y volvÃ
Claudio Ferreyra Barro