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Manuel Cuesta nace en Sevilla, el 18 de septiembre de 1975. A los catorce le regalan su primera guitarra, instrumento que le ha servido desde entonces como espalda y bastón contra el cansancio, como fusil contra la estupidez y –cuentan las crónicas- ocasional almohada en la estación. A los diecisiete se enfrenta por primera vez al vértigo y la emoción del escenario, en alegre compañÃa de otros adolescentes con la misma prisa e idéntica costumbre de esconder versos y partituras debajo de los apuntes del instituto. ‘Luz de Gas’ y ‘Lazy Susans’, que asà se llamaron aquellas aventuras musicales originarias, le regalan sus primeras noches de vino y rosas en los bares sevillanos, homenajeando a sus Ãdolos –de Sabina a los Beatles, de Antonio Vega a Sting- y perfilando sus primeros esbozos como compositor. Uno de esos bares, La CarbonerÃa, se acabarÃa convirtiendo en el templo donde velar sus armas artÃsticas, donde crecer como músico y doctorarse en el directo. Y donde fraguarÃa amistades decisivas que continúan hasta hoy con los cantautores Alfonso del Valle y JoaquÃn Calderón, quienes ejercerÃan de padrinos en sus bautizos de estudio: la maqueta Perfil de juglar (2000) y el disco El sonido de lo inevitable (2001; seleccionado y puesto a la venta a nivel nacional por Tiendas Tipo) marcan el punto de inflexión y jura de bandera de un cantautor de fuste, que retrata con igual intensidad las soledades cotidianas y las fiestas a la luz de la amistad, los desengaños, las heridas de la acera y la sangre que chorrea de los periódicos. En 2002 queda finalista del Certamen Canción de Autor de AndalucÃa, y realiza una nueva grabación –De amores y utopÃas- en la que colabora el cantautor madrileño Antonio de Pinto.Tras siete años de citas casi semanales con el público sevillano, Manuel Cuesta toma un tren camino de Madrid para ocupar un lugar de pleno derecho junto a sus hermanos de oficio: esa generación que renovó la canción de autor en España a finales de los años 90 Nombres consagrados como Ismael Serrano o Carlos Chaouen reconocen su talento y comparten con él amistad y escenarios en los bares del circuito madrileño. Los locales La Ofrenda, El Búho Real y Libertad 8, entre otros, reclaman sus servicios, y Cuesta comienza asà a hacer oÃr su voz en el abigarrado y difÃcil panorama de la capital, a la espera de la aparición de su nuevo disco. Con DÃas rojos (2005), el sevillano culmina su mejor trabajo hasta el momento, el más poderoso, el más completo, el más intuitivo. Fiel discÃpulo de algunos de los más grandes artesanos de la canción –Dylan, Cohen, Sabina de nuevo-, ésos que han sabido enjoyar su repertorio con lo mejor de los sonidos de vanguardia, Cuesta se encierra en el estudio de los productores Emilio y Antonio Villalba, que dotan a sus temas de una sabia contundencia, llena de colores y matices. Sobre sus DÃas rojos sobrevuelan los aviones del 11 de septiembre y las despedidas en el andén, los trenes perdidos de Atocha y las revoluciones pendientes, las invasiones preventivas y los vendavales que nos olvidaron sin darnos cuenta diez años atrás, con ayudas puntuales de algunos de sus poetas de cabecera: Ãngel González, Luis GarcÃa Montero. También de su amigo JoaquÃn Pérez Azaústre, con quien abordarÃa un interesante proyecto musical (Dingo bar, 2007) aún inédito.Los años transcurridos hasta ahora desde DÃas rojos, sin embargo, trajeron a Cuesta muchas otras cosas que sà llegaron a ver la luz. La más importante de ellas, sin duda, su hija Ana –trabajo éste en colaboración con su pareja, Cristina-. A ella dedica la que es quizá la canción más escalofriante de su nueva criatura musical, y en torno a esa patria que es la infancia Manuel Cuesta se ha sumergido en la aventura más compleja y mejor acabada de su carrera. La vida secreta de Peter Parker (2009) está llamado a ser el albadonazo que le consolide definitivamente como una de las voces necesarias de la actual canción de autor en castellano. De nuevo con los inestimables arreglos de Emilio y Antonio Villalba, de nuevo con un ojo en la luna y otro en el telediario, Cuesta ha echado mano de uno de sus grandes mitos, el universo del cómic, para hablarnos de su capa de cantautor bajo el traje de calle, y, con ello, de la herencia de sus primeros años entre el Estrecho y el Guadalquivir, de la guitarra adolescente de Marty Mcfly y de la guitarra perdida de Elliot Smith, de las mujeres al filo del abismo y de las mujeres que huyeron sin mirar atrás del Chelsea Hotel del maestro Cohen. Los actores Roger Pera (identidad secreta en los cines españoles de Spiderman) y Javier Albalá (su antiguo vecino del Tercero) prestan voces y calor a la grabación. Su amigo y colega Ismael Serrano canta con él un hermoso alegato por la belleza y contra los despropósitos urbanÃsticos en Tu risa en la Alameda. También abre espacio el cantautor para saludar a otros viejos amigos, con un beso ciego y un reproche en Deshaciendo las maletas, y con versos al alimón de despedida en Bailando en una nube de cartón. Quienes ya conozcan a Manuel Cuesta, y sepan de lo que es capaz, La vida secreta de Peter Parker no será más que la deslumbrante confirmación de un talento en el punto exacto de madurez. Quienes tengan la fortuna de descubrirlo ahora, no sólo encontrarán a un cantautor arropado por los mejores ecos del pop-rock español y anglosajón, sino a un contador de historias con voz de niebla adolescente que nos invita a deshacer, generoso, todas nuestras maletas llenas de lluvia y fotos viejas. De arena de playa y esperanza.Miguel A. Ortega Lucas ( Miguelton)
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