Leo, escribo, bebo vino barato, veo cine, cocino, camino, platico, observo.
Ya no busco al hombre de mi vida, pero sé que si existe lo voy a encontrar.
Poca. Desconozco casi todo. Mi fonoteca se compone, básicamente, de rolas setenta-ochenteras. Música kitsch-populachera-naca: "Los solitarios"," Los ángeles negros", "Los pasteles verdes"," Los Yonics", "Los Bukis" (y una larga lista de amigos que los acompañan). Aclaro que ésta no es la herencia de mis difuntos maridos, con ellos aprendà lo suficiente como para no hacerlos pasar vergüenzas. Pero lo mÃo, lo mÃo, es la cumbia asesina (que por cierto, me gusta bailar como toda pueblerina que se precie de serlo) y la música popular mexicana (soy josealfrediana y josejosesiana). Y bueno, me encanta JoaquÃn Sabina, quien para mà sigue siendo el Jefe.
Me gusta el cine, veo pelis con cierta regularidad. Lynch, Tarantino, Burton, Jarmusch, Ripstein, Del Toro... no sé. Tengo mala memoria, no puedo citar ni recordar con precisión muchas cosas de las pelÃculas que he visto (lo mismo me pasa con los libros). Creo que las pelÃculas y las lecturas me dejan impactos, más que imágenes citables.
Casi no la veo. Pero recuerdo gratamente algunas series y programas de mi infancia y adolescencia: El festival de Porky, Don Gato y su pandilla, Dimensión desconocida, Los Monsters, Los locos Adams, asà como algunos culebrones telenoveleros que me chuté gustosa en apacibles tarde-noches al lado de mi madre: El maleficio, Cuna de Lobos, Rina. En mi nuevo hogar ni tele tengo y tampoco me hace falta.
Mi cultura literaria se gestó a edad temprana con eclécticas influencias. Yolanda Vargas Dulché (Rarotonga, El pecado de Oyuki, RubÃ, MarÃa Isabel, etcétera) coexistió pacÃficamente con Karl Marx y el "Manifiesto del Partido Comunista", el camarada Lenin y su teorÃa del Estado revolucionario, Jean Paul Sartre y el existencialismo, la saga de "Nacida inocente", la entonces atrevida "Pregúntale a Alicia", y mientras Bruno Traven y Jorge Issac me mataban de güeva empezaba a hurgar en otro tipo de escritura. Mi librero estuvo habitado hasta hace muy poco, principalmente por literatura mexicana y latinoamericana. Conservo de lo que fue mi biblioteca a Henry Miller, Jack Kerouac, William Burrroughs, Ian McEwan, Marguerite Duras, José AgustÃn e Inés Arredondo. Ahora leo "Una ciudad mejor que ésta" (Tusquets).
Mi padre, de quien heredé la locura que da sentido a mi vida.