About Me
El nacimiento de Flema, por Sebastián, el baterista fundador de la banda.
Un dÃa cualquiera fuimos con Ricky a un festipunk vaya a saber dónde. Lejos. Ahà nos encontramos con un par de pibes que yo no conocÃa, aunque eran de Avellaneda como nosotros: Juan Fandiño y Fernando Cordera. Pelos parados de colores, camperas rotas y pintadas al aerosol: A con circulito, etc. Juan le contó que tenÃa una banda: Flema. Él tocaba la guitarra y Fernando cantaba. HabÃa un baterista de Belgrano, y bajista habÃa que buscar. Pero ya tenÃan compuestos dos temas y todo. Y como Juan apenas sabÃa rasguear las bases, lo invitó a Ricky (que en Avellaneda tenÃa su prestigio como guitarrista) a unirse al grupo para puntear y todas esas cosas. Ahà yo dije que era el mánager de Ricky (?), asà que si él entraba a Flema yo tenÃa que managerear. Hubo acuerdo. La semana siguiente fuimos a ensayar, en un sucucho donde el padre de Juan tenÃa depositada la ropa que vendÃa. El baterista no vino. -Este guacho... Ya es la tercera vez que falta. Y eso que es la cuarta vez que ensayamos -explicó Juan. Entonces me acordé que yo, en la primaria, siempre en los actos patrios tocaba el bombo: Zamba de mi esperanza, etc.; asà que mientras se los contaba me fui sentando a la baterÃa, cosa que en mi puta vida habÃa hecho jamás. Tres viernes más tarde ya tenÃamos un repertorio de veinte temas, un bajista cuyo nombre lamentablemente no recuerdo y estábamos debutando en Gracias Nena, un lugar que quedaba por ahà (cerró poco después) con Comando Suicida, Sekuestro, Conmoción Cerebral y no sé si alguno más. Asà empezó Flema. Ricky y yo nos hicimos amigos cuando el entró al Arcamendia, de Barracas, en 1985. Yo estaba en 5º, y él entró a 4º, aunque era un año y medio mayor que yo (en ese colegio descontrolado logró pasar a 5º, pero igual después lo echaron). En realidad, yo ya lo conocÃa desde el año anterior, de verlo por ahà en Avellaneda, donde Ricky ya era bastante famoso, antes de tener banda ni nada. No era una fama precisamente musical la suya. Era reconocido por personaje, bardero y payaso. Una anécdota (para que se den una idea): el 21 de septiembre del '85, una buena cantidad de estudiantes (?) nos habÃamos juntado en Plaza Alsina (la de Mitre) en plan de ir a Villa Elisa o algo asÃ. Eran como las nueve de la mañana; la mayorÃa venÃamos siguiéndola desde la noche anterior. AveriadÃsimos. Y a Ricky no se le ocurre mejor idea que la de subirse al escenario que habÃan montado para el acto municipal el dÃa de la primavera, y ponerse a hacer un show cantando a capella. Los que conocen Plaza Alsina, sabrán muy bien la cantidad de gente, familias y señoras que circulan por allà a esa hora. Bien; la cosa es que Ricky, entusiasmado por la reacción del público (la manga de descerebrados que estábamos abajo, muertos de la risa y aplaudiendo), coronó su performance bajándose los pantalones y el slip hasta las rodillas, mientras improvisaba unos pasitos de baile. Muy sexy. AsÃ, por lo menos, debÃan opinar un par de policÃas que aparecieron de la nada, porque lo cazaron del cogote y lo llevaron a que terminase el strip-tease en la Primera, a apenas un par de cuadras de la plaza. Hasta ahà nada extraordinario: lo que nunca me voy a olvidar fue cómo a los diez minutos una treintena de enfermos/as estábamos en la puerta de la comisarÃa, a los gritos pelados exigiendo la inmediata presencia del Rati en Jefe. ¿Cómo van a detener a un estudiante que lo único que hizo fue una travesura en su dÃa? ¡Liberen a Ricky! Era la toma de la Bastilla. No sé cómo no terminamos todos adentro. No me lo explico. A lo mejor el comisario venÃa con resaca, le dolÃa la cabeza y no querÃa quilombo. Como sea, al rato nomás por la nefasta puerta aparece el muchacho, sonriendo triunfante y con los dedos en V, como si afuera estuviera Crónica TV y la CNN cubriendo la noticia. Y marchó cargado en andas por la multitud de vuelta hasta la plaza. IncreÃble. Bueno: por boludeces por el estilo, Ricky ya tenÃa su fama en Avellaneda. En el Arcamendia, nuestra vida académica era asÃ, dÃa tras dÃa: nos juntábamos (una banda) a las doce en el almacén del gallego, que nos vendÃa cerveza, o vino, o Gancia, o Legui, o licor, o Tres Plumas, en fin, lo que quisiéramos; cada dos meses la ley le clausuraba el local pero el viejo debÃa tener sus contactos en la embajada española porque a las 48 hs. ya estaba lo más orondo meta despachar. A nosotros la policÃa no nos jodÃa mucho que digamos, supongo que porque éramos muy respetuosos con la gente del barrio, con las señoras que iban con la bolsa a comprar. Nadie nos denunciaba; y eso que secamos el árbol de la veredita del almacén. De tanto mearlo, se entiende. A plena luz del dÃa. Pero éramos buenos chicos. "Buenas tardes, doña", le decÃamos a la vecina que pasaba mientras nos sacudÃamos el surtidor antes de guardarlo. "Buenas tardes, joven", nos contestaba la mujer, encantada de ver semejante educación en muchachos de tan corta edad. Una vez en estado (además del alcohol, nunca faltaba algún par de fasiños para completar esos desayunos) nos dirigÃamos a clase, y a la salida otra vez a lo del gallego hasta las nueve o diez de la noche. Con todas estas actividades nos Ãbamos forjando como seres humanos integrales, de cara al mañana que nos aguardaba. ¡Ah, qué doloroso fue terminar el secundario! En la entrega de diplomas debo haber llorado tanto como aquellas compañeras que fueron de vestidito cheto y peinado de peluquerÃa. Debo haber llorado, digo, porque la verdad es que no me acuerdo. Por aquella época Ricky tenÃa una banda de black metal: Overkill. Y que conste en actas: el black metal todavÃa no existÃa. Quiero decir, si Venom, Sodom y/o Slayer ya venÃan tocando, lo que es acá no habÃa ni noticias. La cosa fue asÃ: formaron el grupo con otro notorio personaje de Avellaneda, Juan Falopa. Éste era (y hoy dÃa debe recontra ser) una especie de esqueleto andante. DecÃa que era brujo satánico. Según una leyenda barrial, Juan, en su carácter de brujo de alto grado, tenÃa el poder de desaparecer de donde estaba y al momento aparecer en cualquier otra parte. Eso sÃ: podÃa hacerlo únicamente una vez al año. A mÃ, personalmente, una vez uno me contó que: Juan estaba en casa de Fulano, también estaba Mengano, se estaban tomando unos vinos, y de repente Juan se para y dice: "Bueno... voy a desaparecer". ¡Y desapareció! ¿Y dónde fue a parar? ¡Qué sé yo! Pero de ahà se esfumó como por arte de magia. Fulano y Mengano lo juran por sus madres. Totalmente convencido, me lo decÃa el pibe. Yo nunca entendà p or qué Falopa no usaba su don para irse a las Bahamas, por ejemplo en diciembre y volver en enero; o aunque sea, si el truco tenÃa un alcance limitado y no le daba el kilometraje, para evadirse de la comisarÃa alguna de las innumerables veces en que lo invitaron a disfrutar de la hospitalidad policial. Se ve que preferÃa impresionar a los amigos. Pero no pretendo que la mente de un monje infernal sea comprensible para un simple mortal como yo. ¿A qué venÃa todo esto? Ah, ya recuerdo: un dÃa Ricky va al ensayo de un grupo que tenÃa este Juan. Por más brujo que fuera, ese dÃa no podÃa afinar el bajo. No habÃa manera. Hasta que en un momento se sacó, agarró al pobre instrumento por el diapasón y se puso a estrolarlo contra el piso hasta hacerlo cajeta. "Sabés quién me hace esto, ¿no? ¡Sabés quién me lo hace!" le decÃa al guitarrista, imagino que refiriéndose a Dios o a algún santo. En ese mismo instante Ricky decidió que querÃa a ese individuo en su conjunto. Y asà empezaron. QuerÃan hacer una onda heavy como Maiden pero oscuro como Black Sabbath y podrido y rápido como Mötörhead, y como eso no tenÃa nombre se les ocurrió ponerle "black metal". Sà señor: inventaron el género más o menos al mismo tiempo que Cronos en Londres, pero en Avellaneda. Claro que la repercusión, y por tanto la gloria, la tuvieron los de allá. Lo mismo de siempre. Una lástima. Si no ahora podrÃamos decir: el colectivo, el dulce de leche, la birome, la huella digital y el black metal. Qué le vamos a hacer, che. Asà son las cosas. Desgraciadamente, con estos pioneros del satanismo no pasó gran cosa. Tocaron cuatro o cinco veces en unos antros de mala muerte y la banda se disolvió. Yo era el mánager (?). Y soy testigo: Ricky -usaba el seudónimo artÃstico de "Ricky the Kill"- subÃa a tocar pintarrajeado más o menos como ahora, en una época en que Marilyn Manson lo más loco que hacÃa era pispearle de coté la poronga a sus compañeros cuando meaba en el baño de la high-school. Asà que no jodan.sacado de http://flemaweb.com.ar/