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2 “La transición de faseâ€
PodrÃa decirse que la existencia es, en sà misma, una continua evolución; que vivimos en una perpetua transición de fase. Pero este eterno mutar no anula nuestra identidad. Somos distintos, pero sin dejar de ser los mismos. Del mismo modo, Igloo han cambiado, pero siguen siendo Igloo. La esencia de la banda permanece intacta.
“La transición de fase†nos muestra a unos Igloo más humanos, más terrenales, más atentos que nunca a las interioridades de los sentimientos, conocedores de que los asuntos que conciernen al corazón nunca perderán su razón de ser. Las personas envejecen, pero el amor nunca dejará de florecer en nuestras almas. A cada ser humano le corresponde al menos una primavera… y posiblemente algún invierno. Todo esto se refleja en las nuevas canciones de Igloo. Entre el inicial anhelo de guardar estrellas fugaces en tarros de cristal y el postrero reconocimiento del egoÃsmo con el que concluye el disco, se analizan múltiples aspectos de ese arriesgado ejercicio de funambulismo que comúnmente denominamos amor.
Existe una modalidad de salto, en atletismo, que consiste en cubrir la máxima distancia posible en una serie de tres saltos entrelazados. En el primero se pisa con un pie; en el segundo con el opuesto; y en el tercero con ambos. Igualmente, “La transición de fase†puede entenderse como la culminación de un triple salto que recoge el impulso y los conocimientos adquiridos en los dos anteriores y lo lleva todo un poco más lejos. Los apuntes electrónicos del disco de debut y la vertiente más oscura del EP “Una luz de estÃo glacial†se funden ahora en unas canciones que ganan pulsión nerviosa, más enérgicas y desgarradas que sus predecesoras, pero en las que se reconoce el sello de sus creadores. Porque Igloo poseen un sonido propio, exento de referentes. No se parecen a nadie. Esto, que otros pretenden durante años sin llegar a lograrlo, en ellos ha sucedido de forma natural. Mientras que muchas bandas parecen estar más pendientes de imitar la moda del momento que del desarrollo de sus canciones, Igloo han preferido trabajar las suyas de un modo casi artesanal, puliendo cada detalle, atentos a las necesidades de cada canción. Música honesta, con ellos y con nosotros. Sin pretenciosidad. Sin pose.
Las colaboraciones de Adolfo Langa y de Miguel Rivera, vocalista de los sevillanos Maga, añaden lustre a una grabación en la que también brilla con luz propia Paula Gamallo, protagonista, como en el primer álbum, de un dueto con Beni Ferreiro.
Digno de mención resulta también el gran trabajo realizado por Moncho Couselo en el diseño artÃstico, que ilustra a la perfección el espÃritu de las nuevas canciones y nos ofrece una nueva imagen, más sobria, más actual, de Igloo. Pero, por supuesto, sin que dejen de ser ellos mismos.
PLM