About Me
Fué ante todo un filósofo oral y un estÃmulo constante para quienes lo escuchaban. También como el pensador griego, conservó siempre una parsimoniosa excentricidad tan ignorada como legendaria. Asà Macedonio Fernández (1874-1952) humorista sutil y filósofo complejo, pertenece a la leyenda de la literatura bonaerense, y su aporte explica en parte la obra de grandes como Jorge Luis Borges o Julio Cortázar.En la Argentina cultural de la primera mitad del siglo XX, la que cubre la mayorÃa de la vida intelectual de Macedonio Fernández, la turbia fatalidad de "haber podido ser alguien" en el mundo de las artes y las letras prendió con cierta fuerza, como uno de los últimos ramalazos del patetismo romántico. Era más sencillo pensar que se trataba de un rasgo común a otras sociedades con estructuras e industrias culturales incipientes, pero, a favor de la pomposidad de los que efectivamente "llegaron", terminó por identificarse con las ideas de marginalidad, tragedia o heterodoxia bohemia, casi un destino decretado por dioses poco favorables.Macedonio se jugó, "macedoniosamente". a no ser una pura apariencia intelectual en un escenario impostado; a trocar por la austeridad, el aislamiento y el desdén de lo mundano, su acceso a los escalafones, los premios, los homenajes y las cátedras que otros cortejaban a veces con obscenidad. Muy tempranamente, a fines del siglo XIX, José Ingenieros se lamentó de su alejamiento, y otros se le plegarán en diferentes momentos.
Borges fomentará en su tiempo el mito del "socratismo" macedoniano, la leyenda compensatoria de una riqueza oral que se habrÃa perdido irremediablemente al convertirse en las espesuras y oscuridades de su prosa. HabrÃa, entonces, un Macedonio privado e insustituible, que se manejaba cautelosamente por medio de interrogaciones y perplejidades, que enunciaban o encubrÃan cuestiones fundamentales, y un Macedonio público de quien se nos advierte que se resistió siempre a asignarle el menor valor a la palabra escrita. En el fondo era una forma sutil de diluirlo intelectualmente, que mostró su verdadero rostro cuando muchos de sus usuarios "privados" concluyeron por tildarlo de viejo excéntrico y estrafalario.El tema de la escritura macedoniana le complicó siempre las cosas a quienes hubiesen deseado leer textos suyos de una tersura ensayÃstica indeleble, y se encontraban por el contrario con construcciones laberÃnticas y a veces desmañadas o sólo provisionales. Manuel Mujica Láinez lo trató de "loco y mamarracho sólo digno de ser escuchado", y Adolfo Bioy Casares confesó hacia 1976 su perplejidad ante los escritos de Macedonio, cuya fama, al igual que la de Xul Solar, consideraba en cierto modo un invento deBorges.Macedonio pudo ser o parecer algo atÃpico en un ambiente formalista y ceremonioso como el de Buenos Aires de fines y comienzos de siglo. En definitiva los testimonios de época lo presentan sin embargo como un hombre de vida austera y de maneras corteses y reservadas, muy cultor, al estilo de los viejos porteños, del mate, el tabaco, el localismo y la amistad. Lo adornaron, por cierto, algunas anécdotas tramadas por sus amigos y por su deliberado gusto por las paradojas y el misterio, aunque no más sospechosas que las que se suelen atribuir a los personajes más solemnes del campo intelectual argentino. Por ejemplo Macedonio jamás se permitió las descomunales flores que Estanislao Zeballos lucÃa en sus solapas, ni los sombreros que gastaba Ricardo Rojas. Los propios responsables de admitir y difundir esas anécdotas, como Borges o Scalabrini Ortiz, alertaron sobre su frágil consistencia para describir al personaje, del que sólo revelaban una juguetona vocación por lo insólito y un estilo social poco convencional.