Orestes nace, definitivamente, por fin, en abril de 2005. Su historia comienza con tres protagonistas, entre los que se encontraba Alfonso Vivanco, un tipo obsesionado con las seis cuerdas de su bajo, con la contundencia y con la melodÃa. Sus dedos, auténticos martillos neumáticos, reclamaban compañÃa. Por allà pasaba Félix GarcÃa, un chico enamorado de los ritmos imposibles, de las baterÃas enormes y del rock en la gran mayorÃa de sus vertientes. Amistad y lo que surja. Y surgió Nomadic, que encontró en Diego Darras a su cuchilla, a su hacha afilada, y a uno de los guitarristas más personales que un servidor ha conocido. PodrÃa tocar con una cuerda, gusto le sobra.
Abre la banda Nomadic y con ella un desfile de cantantes que no acaban de conectar con el terceto. En la sombra, en lo más recóndito de la mente de nuestros protagonistas, se va forjando el universo Orestes. Desesperados, como refleja su música, peinan el panorama de vocalistas, que acaba por ofrecerles en una casualidad que ya comentaré otro dÃa a Beltrán Parra. Viene desencantado de un antiguo proyecto, Mi Venerable Gato, pero su timbre engancha, su creatividad más aún, y su buen hacer completa la última esquina del cuadrado. Sin embargo, poco a poco, Orestes se transforma en un cÃrculo abierto para todo el que disfrute con el rock, con los diferentes modos de entenderlo y con la emotividad de canciones que arrollan, entristecen o ambas cosas.
Tras una primera demo, Orestes patea todas las salas de Madrid (para qué enumerarlas), comiendo mierda, sÃ, como hacen la gran mayorÃa de las bandas. Con la segunda demo, Orestes ha madurado, ha volado por encima de todos sus miedos deshaciéndose de sus lastres, ha eliminando la parte que no le gusta de sà mismo, ha dejado sus huellas en un duro camino directo hacia el meollo, hacia el volcán de canciones que pretende ofreceros, si le dejan, a todos. Orestes siente y asà lo expresa.