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"Los jardines del Edén" (Texto: SantamarÃa):Se va el desnudo otoño y mi boca murmura primaveras dormidas y calladas. En las nocturnas olas, la iluminada e injuriosa luna es despiadada, [ cuasi-sepulcral ] - frente a los (multiplicados) espejos - lo profundo de los dÃas se va mÃsticamente como humo de hadas, como mantos del tiempo que laten de manera discordante.¿Acaso los labios engendran nidos que ciegan con velas o el entierro es tan grande por el rumor que regresa a desterrar la pura pasión?Nuestra hoguera de lamentos se convertirá en estrella serena, como pensamiento de sueño, como mirada de belleza que se acurruca (ESCONDIDA Y OCULTA) bajo el sinuoso perfume de mejillas, sin levantar polvo, de forma fulminante e indiscreta invoca "La Gran Obra".No hay vacÃo en lo ETERNO (todo se ve muy suave y terminado), el estado de la nada, la conciente resurrección y el misterioso bosque recuperan la visión del bello alma reprimido.[ Mientras el triángulo de percepción se libera y percibe las secretas imágenes a su lado ]La REVOLUCIÓN espóntanea (lentamente) fija valores morales y creencias inevitables; solo los espÃritus pueden instalar su FE o escupir palabras definiendo nuestro fragante mundo.Ante esas aprisionadas aguas se aborrecen temores con increibles delirios que entristecen. Sus gargantas son esencias adivinatorias, alquimias de realidades concretas, conexiones interminables y suburbios de pálidas sombras aceptadas.
La "ideologÃa" significaba originariamente "ciencia de las ideas", y como el único medio reconocido y aplicado en la ciencia era el análisis, la expresión significaba "análisis de las ideas", o sea, "búsqueda del origen de las ideas". Las ideas tenÃan que descomponerse en sus "elementos" originarios y éstos no podÃan ser sino "sensaciones": las ideas se derivan de las sensaciones. Pero podÃa asociarse sin demasiadas dificultades con la fe religiosa, con las creencias más extremadas en la "potencia del EspÃritu" y en sus "destinos inmortales". Hay que examinar históricamente -porque lógicamente el proceso es fácil de captar y de comprender cómo el concepto de IdeologÃa pasó de significar "ciencia de las ideas", "análisis del origen de las ideas", a significar un determinado "sistema de ideas". La misma significación que el término "ideologÃa" ha tomado en la filosofÃa de la práctica contiene implÃcitamente un juicio de desvalor y excluye que para sus fundadores hubiera que buscar el origen de las ideas en las sensaciones y, por tanto, en la fisiologÃa en último análisis: esta misma "ideologÃa" tiene que analizarse históricamente, según la filosofÃa de la práctica, como una superestructura. Parece que un elemento de error en la consideración del valor de las ideologÃas se debe al hecho (nada casual, por lo demás) de que se da el nombre de ideologÃa tanto a la superestructura necesaria de una determinada estructura cuanto a las elucubraciones arbitrarias de determinados individuos. El sentido peyorativo de la palabra se ha hecho extensivo, y eso ha modificado y desnaturalizado el análisis teórico del concepto de ideologÃa. El proceso de ese error puede reconstruirse fácilmente: 1) se identifica la ideologÃa como distinta de la estructura y se afirma que no son las ideologÃas las que cambian las estructuras, sino a la inversa; 2) se afirma que una cierta solución polÃtica es "ideológica", o sea, insuficiente para cambiar la estructura, aunque ella crea poderla cambiar; 3) se pasa a afirmar que toda ideologÃa es "pura" apariencia. Por tanto, hay que distinguir entre ideologÃas históricamente orgánicas, que son necesarias para una cierta estructura, e ideologÃas arbitrarias, racionalistas. En cuanto históricamente necesarias, tienen una validez que es validez "sicológica": organizan las masas humanas, forman el terreno en el cual los hombres se mueven, adquieren conciencia de su posición, luchan, etc. En cuanto "arbitrarias", no crean más que "movimientos" individuales, polémicas, etc. Conviene destruir el muy difundido prejuicio de que la filosofÃa es una cosa muy difÃcil por el hecho de ser actividad intelectual propia de una determinada categorÃa de cientÃficos especializados o de filósofos profesionales y sistemáticos. Conviene, por tanto, demostrar preliminarmente que todos los hombres son "filósofos", definiendo los lÃmites y los caracteres de esta "filosofÃa espontánea" propia de "todo el mundo", o sea, de la filosofÃa contenida: 1) en el mismo lenguaje, que es un conjunto de nociones y de conceptos determinados, y no ya sólo de palabras gramaticales vacÃas de contenido; 2) en el sentido común y en el buen sentido; 3) en la religión popular y también, por tanto, en todo el sistema de creencias, supersticiones, opiniones, modos de ver y de obrar. Una vez demostrado que todos los hombres son filósofos, aunque sea a su manera, inconscientemente, porque ya en la más pequeña manifestación de cualquier actividad intelectual, el "lenguaje", está contenida una determinada concepción del mundo, se pasa al segundo momento, al momento de la crÃtica y de la conciencia, o sea, a la cuestión ¿es preferible "pensar" sin tener conciencia crÃtica de ello, de un modo disgregado y ocasional, o sea, "participar" de una concepción del mundo "impuesta" mecánicamente por el ambiente externo, esto es, por uno de los tantos grupos sociales en los que cada cual se encuentra inserto automáticamente desde que entra en el mundo consciente (y que puede ser la aldea o la provincia, puede tener su origen en la parroquia, en la "actividad intelectual" del cura o del viejarrón patriarcal cuya sabidurÃa es ley, o en la mujeruca que ha heredado el saber de las brujas, o en el pequeño intelectual amargado en su propia estupidez y en su impotencia para actuar), o es preferible elaborar uno su propia concepción del mundo consciente y crÃticamente, ya, por tanto, escoger la propia esfera de actividad en conexión con ese esfuerzo, del cerebro propio, participar activamente en la producción de la historia del mundo, ser guÃa de sà mismo en vez de aceptar pasivamente y supinamente la impronta puesta desde fuera a la personalidad?
Tres formas de interpretar o valorar la obra de arte (Texto: Alexandros):El encuentro con una obra de arte, genera reacciones. Ya sean de rechazo o atracción o de mera observación, la pregunta que se abre es, qué son esas reacciones (tal como las denominé al comienzo). Son formas de valorar; quizás pueda decirse, formas de interpretación. En esta instancia, designar una sola palabra se vuelve difÃcil, por lo cual, valorar será la elegida, puesto que interpretar es un acto intrÃnseco a lo artÃstico. Entonces, podemos valorar, (entendiendo la palabra valorar en esta instancia como las reacciones mencionadas al comienzo) la obra de arte, de varias formas. En principio, por la obra en si; esto es, aspectos técnicos-creativos: en la poesÃa, la ubicación exacta de las palabras; la armonÃa de instrumentos en la música; el encuadre preciso en una pelÃcula, etc. Por otra parte, por el valor personal que uno le impregna a la obra y se ve reflejada con el paso del tiempo. Una canción quizá no tan buena, puede significar mucho para una persona que la escucho en un momento crucial de su vida y el simple contacto con la melodÃa, lo regresiona hasta aquel momento. Asà puede suceder con las palabras que conforman una poesÃa, o bien, con el argumento de una pelÃcula. Lógico, los ejemplos son muchos. Esta segunda forma de apreciar el arte (que es personal y futurÃstica en algún punto, en tanto se comprueba su valor una vez pasado tal hecho personal) guarda relación con una forma de valorización que es también personal y que se observa en el presente. Es definitiva, no es más que el impacto emocional que puede ocasionar una obra, produciendo en nosotros una respuesta a nivel afectivo. A su vez, este presente es en cierta forma "falso", ya que los afectos generados tendrán que ver seguramente con el pasado (lejano o cercano) del sujeto. Por supuesto, a modo de esquema, esta categorización se ve limitada, en tanto lo que pueda llegar a producir el arte. Y en definitiva, se ve limitada principalmente, por el hecho de que probablemente omita sensaciones personales, imposibles de clasificar o generalizar. Ese ámbito privado, es sin dudas, lo más valioso, lo único y original, lo que mueve el arte, lo que provoca. Y como tal, es muy difÃcil definir a los fines de este texto.
¿Qué es, realmente, el paso del tiempo? El presente, es tránsito… El pasado no puede moverse, y el futuro, es incierto, y moldeable, usando la base del presente.
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