DIOSES Y OTROS ÃUREOS. Reclamado tu escarmiento, regresaste a rostro abierto y luminoso. Avivaste mi sonrisa al no mostrarte enemigo, pues intuà tu cadencia nada más mirarte... como se reconoce a un potro de estirpe. No cabÃa la discordia y quise que regresaras aullando tus victorias. Hubiera deseado no esconderme en la más oscura noche... que mis ropas hubiesen sido más claras y mi sonrisa más cautivadora. Hubiera querido bailar inclinando tu manantial, pero se hizo implacable mi suspicacia y volvióme pétrea, como túmulo de cortejo de los dioses que murieron. Será por Ãngeles y serafines, que elegà al más belicoso de las jerarquÃas celestiales! Quien... desenvainando, me expulsa al arrabal del ParaÃso, donde ya no queda nadie. Por amar el peligro me ves desahuciada del tiempo terrenal... a un paso del Párnaso que no puedo pisar... Dime si acaso no existe un lugar sagrado, donde mis centellas se alien con tus rayos y no sienta las fisuras del tormento. Dime... si buscar un lugar puedo... donde no ser arena entre tus manos y al mirarme ya supieras los que siento. Si ganar o perder ya me es extraño... me es ajeno, porque es mi azar un proscrito incierto que no encuentro ni a tientos. Figurantes entre bambalinas... palacios en el cielo. ¿Y si te dijera que crece astuto e hidalgo este "Yo clarividente? Y si te contara que cada gesto que envÃas a mis manos, con el afán de medrar mis cimientos... osan escapar bien alto para ser granito en las cumbres, donde tú nunca has estado...? Y si estos desafÃos que me eriges como un Goliat sin aparente final... no es más que el amago de un impulso que dote de trofeo a esta batalla, de ausencias... de vaho y que de tu torre a la mÃa se derrumbaron los puentes y el eje se rompió? Y si me bendices el combate con tu más agria actitud para que ya no sepa odiarte y te sintieras ganador? Mira, que he de contarte; que descubrÃ... que puedo andar sin mis puntales. Que no los perdÃ; los empujé hacia tu sima, donde sólo hierve el elemento que te creó... donde no se intuye un movimiento. Mira; que has perdido toda una generación de gestos por un camino sin regreso. Se cree el hombre más fiero que el lobo, cuando lo azuza comedido sin un Dios que le proteja. Que todos, en nuestra cueva, somos amos y valientes... Que todos gritamos al desafuero desde el fondo de una esfera que nos mantenga latiendo y lejos de las tormentas. Dime, Ser de Piedra... si no es tuyo lo que tengo... sin tú soñarlo siquiera. Heme aquÃ... que me despierto en la nube que perdÃ. Y contando mis aciertos descubrà que nunca pasé de la orilla... que poco sé de otros vados, que soy carpintera de rivera que no posee su barquilla , sabiendo construir grandes barcos. Que mi alma es ese puntal de tierra firme que sueña con ser mastelero... Y al despertar... nubes; recuerdos... castillos en el cielo... (Fragmento de "Las Antorchas"; by Wal...)
RECUERDO IGNOTO. Sola, aprendà a azuzar el fuego para prender la lámpara de piedra... porque las noches eran largas y los dÃas en Yule apenas clareaban; el cielo era bronce desde la mañana. Vestigios de nieve empapaban la tierra, justo cuando recogÃan la cosecha de la flor del azafrán. Blanca y estirlada se calcinaba la claridad en la fiesta del yute... cuando no podÃa alcanzarnos la Luna porque caminábamos siempre un dÃa delante de ella. Conservo los abalorios que colgaban de mi pelo. Tintineaban sobre mis dientes cuando giraba la cabeza y tú... mojabas la antorcha para que no pudieran vernos. Recuerdos de otra vida; me decÃas al partir... "No llores, que las hijas de los fiordos no temen a la oscuridad... y bañan su cuerpo con el fragor de las mareas, donde el viento de la Divina Madre apaga todas las fraguas... y ungen los barcos de los guerreros. No hay más servales para mà que las frondas de tu pelo!" ...Tiempo después, las Diosas fueron bondadosas y bendicieron mi vientre con tallos y corazones de trébol, pese a tener pocos inviernos. SubÃa a esperarte al faro de piedra, escondida como un gazapo nival, esperando ver tu vela en la mar gélida... hasta quedarme dormida. Soñaba entonces que era de agua y plata... que me llamaban los druÃdas y yo no contestaba. En el fondo oÃa ensalmos que alejaban al viento y la mar se contenÃa. Todo era pálido y espectral... menos la luz de mis mejillas sumergidas; rojas como el brezo en invierno. Reusé dejar las sombras cuando tuve la certeza que en esa vida no volverÃa a tocar tu cuerpo. Clamaba y cantaba las salmodias del miedo y gritaba a tu sombra... "He aquà que lavo mis manos con agua y las seco con cenizas! Cuando te acerques dentro de mil años no mostraré mis rasgos y marcaré tu espalda con el hollÃn que te delate. A la amanecida no habrán ya bardos que lo canten... sólo las ascuas digitales... y tú... culparás a la magia!" (Fragmento de "Las Antorchas" by Wal..)
DARDOS DE ARENA; A veces olvido quién soy y recreo cuentos que no he inventado. Excarcelo las verdades de mi edredón y les cuelgo alas de pecado. A veces se me divide el alma en parajes que no conozco... Unos dÃas vivaracha... saltimbanqui... pájaro loco... ratón de campo. Otras; el áspid mamando del pecho con una sola intención: la de enroscarme y perderme en algún agujero. Otros; contemplación, recogimiento y silencio... el oso durmiendo en invierno. Hay dÃas en los que labro el jardÃn de arena; semejantes sus formas a la espuma que coronan el pastel de un momento inolvidable. Hay noches en las que el iris se borra tras la caÃda de los párpados... a la vanguardia del sueño. Noches de cristales empañados, aunque puedan... tras este cristal sin templar... ver miles de ojos lo que está soplando fuera; lo que se esté cociendo dentro. Suben o bajan las mañanas dependienendo de mi impulso... o mi freno. Las tardes aceleran o paran y las noches van cediendo su lugar a una página en blaco, preparada... complaciente... como la seda en el tálamo. Mientras afilo la mina de un momento por acontecer y voy preparando la piel para hacerle un vestido de acero... que a las bestias las intuyo apostadas y al rececho. Hay momentos en los que mandarÃa al cuerno los números familiares del carnet de identidad para tragarme en un sorbo la realidad... para beberme y creer que no hay ley que me prohiba despertar y volar a soñar a otros lares. Pero suelen encerrar a las personas que pintan paisajes sobre un paso de cebra... y les pones trajes rÃgidos para controlar miedos ajenos y asà enmudecer sus penas. Pobres ciegos!. Sueño con manantiales de arena... y que soy un jilguero que pierde las plumas en un nido compartido con la noche y... con sus brumas. Que desaparecen los sonidos y colores y el mundo se queda mudo cuando trato de entablar conversaciones con mis paisajes. A veces cansada y rota... otras sonriente y alevosa; la vida parece corta para cumplir tantos sueños y promesas, para alcanzar tantas metas apenas habiendo comenzado... sintiendo tan pesado el costal de las costumbres. A veces, sÃ; me da por preguntarme y pedirme explicaciones, pues en algún extraño momento caigo en la cuenta de que cuando el corazón trabaja; la conciencia está de vacaciones. Y el alma... ay, el alma! es pródiga y alucinógena. Se viste de flores pardas y salta a la pata coja. Hay momentos en los que a estas tres cumbres les pregunto por su edad y las tres se encogen y me rugen: "Si quieres respuestas... corre!... a mirar de nuevo el carnet de identidad". Y por el camino de vuelta me da por prender una lumbre y lo vuelvo a olvidar. Es el Olvido un dardo de arena que tranquiliza al Tiempo. (Fragmento de "Dardos de arena", de Levas sobre el Verdil, por Wal).
CERROS DE MAR; Mueve Neptuno su inmensa fisga y surgen del pequeño océano romano las atalayas, huestes de espuma, como pañuelos de sirenas saludando a los moradores de tierra... entre brumas... tarot(*)sombrÃo. Estalla la tralla de la galerna dejando libres los puntales de marejadas, donde las nueces de velamen incierto son la ménsula donde asirse. La sábana turquesa meridional resiste, elástica, millas de piélago embravecido; la furia desatada en los nudos de las coordenadas marÃtimas. El hierro de arrastre y fijación vuela como cometa peligrosa... como mariposa de plomo y venenosa, en la proa del buque de esparto, de trenzas de fibra, de vigas de sal. Se mojan los luceros del costado con la rosa de los vientos a su lado. Agita los tridentes de ciclones en miniatura, la contracorriente. ChirrÃan los cabos mojados en su más extrema tirantez ... y a los hombres les faltan manos, como pulpos hambrientos que que se alimentaron de sus miembros... y sus hermanos. El hombre es, en mitad del mar furioso, un pájaro inválido de rotas alas. Chorreando el escarmiento por el canal de sus espaldas... derrotados por el látigo salitre del viento. Es un crucificado indefenso y atado con las maromas a la cruz de esa higuera de porte recto... que es el mastelero, simétrico a las plegarias. Sigue el ancla en la torna de la incertidumbre. Algún olÃmpico Tritón distrae sus horas eternas jugando a la dinamo con las olas y las nubes bajas; chocándolas... haciendo del mástil el cordel conductor del Fuego de San Telmo. Parece que se despierten, en alaridos y ventiscas, los antiguos náufragos. El mar... todo Él... es una pesadilla, dejando su mansedumbre dormir en las profundidades. Vórtice invertido de tormentas... vértice persuasivo en el pozo sin tiempo de su negritud y sus tragedias. Porque el mar vierte a veces aludes desde sus cerros de agua, es un depredador que muerde las pantorrillas del aventurero que se adentra en sus misterios; lo amedrenta... lo destierra... y si quisiera, dejarÃa aldescubierto en descarnadas embestidas... cada uno de sus huesos. (Fragmento de "Cerros de mar", de Levas sobre el Verdil, por Wal). (*)Tarot: magón o niebla sobre el agua.ESPECIES; Al principio de los tiempos los animales vivÃan en constante anarquÃa; Los herbÃvoros aventureros que osaron vivir en el lugar más hermoso: el bosque, sabÃan que por ello tendrÃan que pagar un tributo a sus dioses cercanos: los carniceros que se llevaban a sus hermanos. Entre los voraces existÃa una ancestral disputa... el jaguar y el lobo... El primero por su paciencia y sangre frÃa... el segundo por su estrategia y fiereza. Ambos embaucadores de la vida ajena y amigos de la muerte de sus presas. Siempre peleaban por las mismas piezas y aunque atajaban caminos y desmenuzaban los olores con su olfato... se las arreglaban para acechar al mismo tiempo al ciervo que rumiaba, enfermo, en el prado. Por lo que el felino y el cánido se encontraban de fauces el uno contra el otro, a diez palmos del suelo por un salto infructuoso... y entre zarpazos y mordidas, el ciervo se les escurrÃa hacia un lugar más reservado. Se veÃan famélicos y con las fuerzas desgastadas, astillados los colmillos y partidas sus garras. El lobo y el jaguar se lamÃan las heridas sin nisiquiera llegar a haber alimentado el dÃa. Pensó el lobo con el estómago vacio (que es cuando caben más ideas) y llegó a la conclusión de que si solo no podÃa con el jaguar, con otros se reunirÃa y conformarÃan un Clan. Presto... buscó a los más adecuados y una vez reunidos y hablado el asunto... dispusieron dar la sorpresa al rival, sin caer en la cuenta de que el jaguar, tan osado y astuto... seguÃa su propia estrategia una vez la hubo pensado: subirse a un lugar bien alto y asÃ, desde el techo del bosque, se llevarÃa para sà la presa... después de haberla emboscado... sin compañÃa ni reproches. Fueron a probar sus ideas cada uno por su lado; el jaguar subido al roble... los lobos en compañÃa... mas, pensaron que habiendo cambiado sus tretas bien podrÃan perseguir no al enfermo o al viejo herbÃvoro, pues se podrÃan permitir buscar buena carne y no tener que depender del olor a muerte y miedo que despiden los débiles. A campo abierto, la manada persiguió al prÃncipe alce de cuerna erguida... y no les costó demasiado hacerse con su cena después de la estampida. Sobre piñas o hojarasca anduvo el gran gato acechando al rey jabalà que, desprevenido y desgarrado, no encontró modo de huir. Ambos contentos y llenas sus panzas, cavilaron y entendieron... que no hay enemigos si por ambas partes se respetan y buscan otras formas de velarse sus caminos. AsÃ... el hermano lobo y el hermano jaguar ocuparon su sitio en el lugar y convivieron siendo buenos vecinos... y viendo en el otro una presencia a respetar. Ahora os digo, lectores... que no hay fábula sin moraleja: Si el estómago... o el corazón pasan hambre, se les deja. Maceran en su esquina, que después de un tiempo, se las arreglarán; el estómago para saciar el hambre... y el corazón para sacar la espina. (Fragmento de "Especies...", de Levas sobre el verdil, por Wal).
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UN MAR EN LAS RETINAS;No existÃan suficientes aguas para las lágrimas de los futuros hombres, asà que Dios sacrificó la mitad de su Eden para hacer húmedo el llanto.Era la Luna un vergel lleno de nuevas especies. Los árboles techaban el cobijo de un jardÃn sin pecado y nacÃan todas las fuentes de la gracia divina. La escarcha, en las cimas; el caramelo de los alados.ConvivÃan en paz las bestias, los hombres y los ángeles... y era el lenguaje el mismo pensamiento plasmado por los caminos del aire.Pero era el ser humano inquieto y muy pronto hizo su mella la vergüenza entre los hombres... en uno de aquellos dÃas eternos y quiso Dios dejarles la impronta de la ingratitud en sus secas conjuntivas, vaciando asà los mares de la Luna y expulsando a la especie caprichosa al extra-radio del Cielo; la hermana Tierra... hermosa pero condenada como la especie dominante que desde entonces la habitaba.Como padre que es Dios... tendió un puente a sus hijos y les dejó para siempre el recuerdo prendido del ParaÃso... en la quietud de la Luna, a modo de buena lección. Con sus mares resecos y nuestros ojos mojados por la sal de sus espejos.Y se guardaron los ángeles para sÃ, la cara oculta de la Luna... esa que nunca nos muestran por no ahondar en la desdicha de los hombres, para que no podamos ver en el rostro del astro escondido, el jardÃn de su espesura, con sus mares intactos y sus trinos.A veces, los hombres miran a la Luna y ven... en el fondo de sus simas secas, el rostro de Dios espectante y las ruinas del Edén en las dunas circundantes; asà pues... cambia de forma y Dios nos hace señales.Están los hombres condenados a mirar al Cielo y suspirar, pues traen desde su nacimiento la memoria antigua del paraiso oculto, de sus moradores... y de su mar.Mientras... los ángeles esperan llenar los pozos del Edén secando el llanto de los hombres. Asà pues, cada ser humano siente con el suspiro después del llanto... que su particular ángel de la guarda le seca las lágrimas... con la punta de sus alas.(Fragmento "Un mar en las retinas", de Levas sobre el verdil, por Wal)
EL ORGASMO DE UNA CASA; TenÃa sus hojas cerradas y permanecÃa siempre quieta. Era la casa como un escritor triste;, sin pluma, sin papiro... sin techo, sin mesa. Ansiaba atrapar el sol entre sus puertas, hacer transparente su alma en un suspiro que escuchase toda la manzana. No tenÃa la casa latidos, ni flores... ni niños, ni nombre y a oscuras siempre sentÃa la presión de su pared. Una noche de tormenta, el espÃritu del viento escuchó un lamento profundo desde uno de sus huecos y sintió tristeza; se compadeció de su ajena voz al mundo, de sus contenidas muecas... y penetró por sus cimientos, acariciando sus vigas, hinchándole por dentro, con sus húmedos remolinos... las rendijas. La casa crujió colapsada y gritó al compás de los truenos abriendo en par sus ventanas, desparramando sus vacios, sus lamentos... y quedose asÃ... y encantada. Cuando algún niño curioso se acerca a mirar por dentro, la casa se convierte en una enorme caracola, aunque acercando el oido se escucha el bramido del viento en lugar del batir de las olas.Es ahora... un inmenso corazón acústico que viene a tocar el músico del tiempo. En las noches de tormenta... la casa aulla y cruje mientras las almas se quedan quietas. (Fragmento "La ventana indispuesta", de Levas sobre el verdil,por Wal)
LA MARGARITA Y EL AMOR; VivÃa la margarita en un jardÃn florido de cuajadas rosas; quiso la casualidad...o el viento, que la florecilla fijara sus raices en la alfombra destinada a ser hogar y lecho de sus espinadas compañeras. Eran las rosas presumidas y pretenciosas al saberse estandarte de la hermosura... y pinchaban el ánimo de la humilde florecilla, voraces en su verborrea y sin obsequiar jamás un atisbo de benevolencia. Excusaba la pálida margarita, sÃmbolo... como sabeis, de la candidez y la inocencia... los reclamos de sus altivas vecinas y feliz empleaba su tiempo en dejarse acariciar por el viento y ofrecer posada a las ufanas abejas.Cierto dÃa, entabló la margarita conversaciones con la rosa más cercana y lo que se dijeron aquà os lo explico: R-"Hermosa mañana, hermanas! lástima que se estropee su belleza con tan ingrata visión y compaña.." M-"La ingratitud está en la compañÃa de quienes habiéndose visto obsequiadas con el candor de la hermosura, se empeñen en ser empañadas con tan tamaña obsesión!". R-"Nuestras vidas tienen al menos un fin; el de la hermosa muerte, pues cuando alcancemos el esplendor nos cortarán y servirán en ramillete para uncir y regalar el regazo de una dama que de amor suspirará!. M-"Si ese es vuestro fin y vuestro anhelo, quédense pues con sus lazos, con sus dites y diretes, que yo... aquà me quedo./ Volvieron... no la espalda, sino las espinas... las ofendidas rosas a la margarita que gozaba solitaria del solaz del mediodÃa. Pasó asà la estación y una mañana, el rosal alborotado vio venir al jardinero que de rama en rama, de tallo en tallo... a las hermosas hubo cortado, dando asà lenta muerte a las aladas rojas que caÃan en el sueño del que nadie ha despertado. Mas... sonreÃan y ofrecÃan de par en par su belleza al verdugo, sabiéndose destinadas al ojal de un caballero, la diadema de una dama o alguna ceremonia de unión... de esas del "sà quiero"... o tal vez de un triste adiós; os lo diré si me entero. Quedose la margarita al fin en paz, pero sola en tan vasto jardÃn y pensó pues... que no hubiera estado mal compartir el común destino de las que hasta entonces habÃan vivido con ella por allÃ. En esto cavilaba cuando la inundó la tristeza de verse allà sola y tan tiesa... y envidió a las rosas; sÃmbolos de amor... y envidió la cesta y el ramillete... y el ojal... y la diadema... y el adiós triste se tornó tristeza. Dijo para sÃ: -No es mejor lo que me espera! languidecer aquà con el paso de los dÃas, ver mi corona marchitarse y los pétalos ajarse sin haber servido de adorno, ni de suspiro y fugaz rubor, ni despedida, ni de retorno, ¿por qué no he nacido rosa en lugar de blanca flor? /Lloraba la florecilla sintiendo intenso el dolor cuando pasó una chiquilla que... al verla sola, paró. Acercose curiosa la niña de negras trenzas, asió la margarita despacio y... partió su tallo. Se sintió morir la margarita que sin hojas agonizaba, pero miró un momento a los ojos de quien su vida arrancaba y... vio dos estrellas... dos destellos de ilusión. La niña enamorada suavemente desmembró... sus pétalos. -¿Me quiere? ¿no me quiere?. / Uno a uno cayeron los vestidos de la flor y cada uno se llevaba una ilusión o una tristeza... dos preguntas, dos suertes... La margarita, feliz... murió; habiendo alcanzado al fin... la más hermosa de las muertes. (Fragmento La margarita y el Amor, de Levas sobre el verdil, por Wal).
-------Ya me ireis descubriendo.-------