Figueroa

¡Se han dicho tantas cosas sobre mí! Se han escrito reportajes, emitido documentales, publicado libros... Las más prestigiosas plumas del país -y del extranjero- han hablado de mí desde sus columnas. Hubo un tiempo en que decenas de paparazzi me seguían día y noche allá adonde iba. Encendía la televisión y allí estaba yo, abría una revista y allí encontraba mis fotos más comprometidas. Tanto se ha dicho y tanto se ha hablado que me siento en el deber de explicar aquí, en este pequeño espacio, quién soy en realidad.Para empezar diré que no nací en Londres -como se ha insistido repetidamente- ni fueron mis padres dos poderosos terratenientes. La ciudad que me vio nacer fue Madrid. Corría el año 1986, ni uno más ni uno menos. Es cierto que fui bautizado en San Antonio de la Florida, bajo los hermosos frescos de Goya, y que inclinado bajo ellos nació mi temprana inclinación por el arte. También es verdad que me crié en un barrio humilde y sencillo que pronto comencé a repudiar. No es cierto que tuviera ocho hermanos, ni que dos de ellos fueran de raza negra. También se ha corrido el rumor -y esto es algo que me gustaría aclarar de una vez por todas- de que mi madre soñaba con tener una niña y hasta los diez años llevé dos trenzas y ridículos vestiditos rosas. Sólo fue hasta los ocho y de vez en cuando podía llevar coleta... si me portaba bien.Hay un aspecto de mi adolescencia sobre el que, curiosamente, se ha hablado poco. Me refiero a mi relación con la música. Una vez leí en un periódico que había sido niño cantor en Viena a los doce años. Es absolutamente falso. Tampoco he tocado nunca la tuba ni sé qué demonios es un didgeridoo. Sí que tuve mis escarceos con el violín y entablé una relación pasajera con la flauta dulce, pero poco más. Ahora la cosa va "piano piano". En general, respecto a mis estudios, quiero dejar constancia de que no me formaron los profesores mejor preparados de Europa, sino todo lo contrario.De mi vida sentimental no hablaré. Creo que es el único aspecto en el que es mucho más jugosa la leyenda que la triste realidad. Sólo me gustaría puntualizar que jamás estuve involucrado en ninguna de esas orgías que tanto revuelo levantaron en el obispado. Nunca he sido muy amigo de sótanos ni sotanas.Por lo demás poco queda por decir. No encontré petróleo en mi casa de Ibiza. Ni siquiera tengo casa en Ibiza. Tampoco me gusta el cheddar, así que les agradecería que dejen de enviarme esos enormes paquetes. No soy cirujano ni jamás lo he pretendido. No conviví con los tuareg durante un año. No tengo seis dedos en un pie. No colecciono pajaritas ni escondo un sable en el interior de mi paraguas. Puedo comer carne de pollo perfectamente. Las únicas palabras que conozco de la lengua francesa son baguette y croissant. No he sido detenido por el FBI, no salvé a un bebé de un incendio y decididamente no he estado nunca a favor de que las lentejuelas vuelvan a estar de moda.