La música de Veronik crea hábito y no deja de expresar un mundo personal; es siempre pop, pero el abanico de estilos con que se arropa incluye hard rock, punk, psicodelia y beat; sus influencias cubren un amplio arco cronológico: tengo la reminiscencia de haberla escuchado en el otro lado surcando notas a través de los 60 y los 90, cantando sensaciones tanto cósmicas como Ãntimas. Es como si Veronik saliera de su paisaje interior, se divirtiera con los sonidos y viajara a través del tiempo. Son canciones, pero también estampas, historias, poemas que funcionan tanto individual como colectivamente.
El rock no serÃa tal si no fuera trasgresor y la obsesión de Veronik es el amor. No me refiero a ese sentimiento conformista y enteramente imaginario cantado por los baladistas. El verdadero amor requiere de una dosis inconmensurable de energÃa. Poetizar el amor en tiempos egoÃstas es un acto que requiere actitud y lucidez. Es como si las múltiples encarnaciones previas de Veronik se hicieran escuchar en armonÃa, porque a su raro talento de letrista con la suficiente capacidad de evocación como para que el oyente construya su propia pelÃcula, suma una imaginación melódica que obliga a escucharla una y otra vez. Es como si, pegado en el ritmo, hubiera visto pasar su fantasma y hubiera reconocido su voz entre el crepitar de las especies.
Su música es una llave, pero también un rÃo que se extiende y se despliega, es un fluir de sentimientos, sublevaciones y tiempo.
Carlos Torres Rotondo
Myspace Layouts - Myspace Editor - Hot Comments - Image Hosting