About Me
Hace más de doscientos años que iniciamos el camino… y seguimos abocados a la nada. La revolución romántica inició el sendero tortuoso que nos aleja de aquà y que nos lleva a ninguna parte (la única que merece la pena explorar); nos despojó del ingenuo velo de Maya, de la estabilidad objetiva con la que nos relacionábamos con la realidad y nos dejó huérfanos de padre, de Dios.
Hace ya demasiado tiempo que recorremos ese sendero que se desintegra mientras lo andamos y que destruye el origen del que partimos (… y nos lleva a ninguna parte); durante estos decenios hemos transitado las tempestades del Ãmpetu, hemos sido malditos, coqueteado con la decadencia, nos ha subyugado el spleen, hemos sido dandys y flanêurs del Abismo, nos ha arrastrado el hechizo mallarmeano del azar abolido; hemos erigido un castillo de cinismo y de humor negro (con hache y sin hache) sobre nuestras propias torres de marfil, lo hemos hecho explotar todo con una sola carcajada Dadá que lo abandonaba todo; hemos abandonado Dadá, nuestra identidad, hemos delirado en laberÃnticos toboganes de inconsciencia onÃrica para conquistar la surrealidad, el automatismo psÃquico, el azar objetivo; hemos estructuralizado y desestructralizado el mundo, el lenguaje, la realidad; los hemos deconstruido habitando la frontera, el lÃmite de cada una de esas estructuras volubles; hemos explorado esas fronteras en el vacÃo infinitesimal que separan las subpartÃculas atómicas… ¿y ahora qué?…¿Qué relevo se supone que debemos retomar? ¿Dónde está el siguiente paso? ¿En dónde estamos inmersos? Ya nada puede llevarnos a engaño, conocemos el engaño y somos perfectamente conscientes de que, sólo fingiendo que creemos en ese engaño, podemos seguir avanzando… zozobramos, sÃ, cómo no vamos a zozobrar si nada nos sostiene… pero aun asà avanzamos.
De pronto se nos hizo evidente: la realidad es un conjunto de metonimias, sinécdoques y metáforas que se unen para hacernos ver que hay algo allà fuera. La civilización consiste en dar a una cosa un nombre que no le corresponde, y después soñar sobre el resultado (Pessoa). SÃ, como sabÃan perfectamente tanto Pessoa como Proust, la realidad no es más que una construcción prefijada consensuada y presta a ser combatida… Por esa razón, este último nos introdujo de mano de su Marcel en la búsqueda de lo que él llamaba la Verdad, enfrentada a lo real. Batalla de estÃmulos en la que, como arma sutil, empleaba la memoria involuntaria que se halla fuera del tiempo; él vio en el arte el nuevo lenguaje individualizante que combatÃa esa construcción consensuada de metáforas encorsetadas. SÃ, allá vamos. Es necesario continuar con la destrucción de ese otro lenguaje: el que prefiguraba nuestras vivencias y las encasillaba en un molde de apariencia lastimosa. SÃ, hemos tematizado la mirada de lo que no se ve, hemos reeducado al ojo. Vamos, vamos, nos caemos, derrumbamos los puentes que vinculan lo prefijado con el mundo…Fuimos demiurgos, vates durante el Romanticismo, magos sugerentes y hechizantes durante el Simbolismo, profetas de una nueva era de la percepción durante el Surrealismo, ¿qué somos ahora? ¿Qué..? Lo que nunca ya llegó a ser… Lo que nunca hemos acabado siendo, pero que insistimos en ser… ¿es eso? Lo que sea, nos elevamos sobre los horizontes donde otros cayeron: El poeta (…) alcanza lo desconocido. Que reviente en su salto por las cosas inauditas e innombrables; ya vendrán otros horribles trabajadores; y empezarán por los horizontes en los que el otro se derrumbó (Rimbaud).
El poeta… ay… ¿Qué hemos hecho con las palabras? ¿Qué nos han hecho en el transcurso de todos estos años de escritura…? Una vez hemos descubierto su autoreferencialidad, una vez las hemos liberado del signo dictatorial que las apresaba, una vez hemos descubierto que no dicen al mundo sino que solamente se dicen a sà mismas… y que asimismo son lo único que nos constituye identitariamente… ¿Qué?… Hemos concitado su misterio, su secreto, hemos querido desnudarlas de su utilidad meramente comercial y utilitaria y hemos atravesado su epdiermis para convertirnos en ellas, para que ellas se conviertan en nosotros. Hemos descubierto que riman no porque acaben con los mismos fonemas, sino por la forma en que la carne de sus entrañas asociadas vibran en nuestras conciencias desesperadas. Porque la escritura no es transitiva, porque Roland Barthes nos ha enseñado que la escritura debe ser intransitiva; cuando escribimos nos escribimos a nosotros mismos, claro que sÃ: si escribir es escribirse: sujeto y agente se transforman. Ser, acontecer y escribir son un único acontecimiento. (Barthes)Por tanto, la literatura se convierte en una cuestión de vida o muerte como nos reveló Michel Leiris, porque cada vez que escribimos nos transformamos, transformamos nuestro entorno, constituimos nuestra propia diferencia, nos comprometemos en ella. Somos el espacio de la escritura…
Y en él nos movemos, con él nos inmiscuimos en la realidad como un virus, como una metástasis divina… SÃ, divina, porque hemos asaltado la tumba de Dios tras asesinarlo, hemos ocupado su vacante en el Cielo, nuestros versos son (han sido), serán los nuevos ángeles desperdigados por la Tierra anunciando la buena nueva. Recémonos, orémonos, existámonos, creamos en nosotros que nos diluimos en el vacÃo mientras proseguimos el camino marcado, equilibristas del universo perdemos consistencia si avistamos el final…
SÃ, concitemos el secreto que jamás debe ser revelado, aquél que sólo existe como búsqueda permanente y que se nos muestra tan sólo al escribir (como la angustia) pero no se nos hace explicable (Zambrano).Hemos vuelto a resurgir pues de horizontes derrumbados, somos nuevamente La Nunca, en el camino, ocultos en las grietas de la realidad en guardia para darle un susto al mundo. Desprovistos y liberados de dogmas, tendencias, escuelas y ortodoxias. Heteróclitos, iconoclastas, perdidos y derrotados de antemano nos mostramos nuevamente; con nuestra mochila cargada de misterio y de negación nos hacemos al camino que se desvanece buscando aquello que tan bien definió Aragon como (algo) que huye como el horizonte delante del caminante, porque como el horizonte, está entre el espÃritu y lo que él no alcanzará jamás.Ahora somos La Nunca, lo que no ha nacido y vive, lo que no se ha soñado y sueña, lo que amamos con desmesura y aún no hemos conocido, lo que nos pierde y más se pierde mientras lo buscamos. La Nunca no es presuntuosa. La Nunca está desesperada y no puede hacer nada más. Perdió toda sujeción o esperanza y no puede hacer otra cosa y da igual lo que haga, por eso sale a la calle a decÃrselo al mundo. La Nunca no tiene vocación de grupúsculo ni de manifiesto, no aspira a entrar en los salones literarios ni en los lupanares modernos del cadavérico arte contemporáneo; en todo caso tiene vocación de terrorista, terrorista contra las estructuras prefijadas, contra el pensamiento estancado de la humanidad. La Nunca está abierta, te está esperando, te quiere para existir, para proseguir el camino, te necesita para transformarlo todo, para reinventarlo y para creer en esa nueva invención.
La Nunca te llama para enarbolar la bandera de lo imposible en el corazón apestoso de la realidad.Debemos llenar la vida de poesÃa, infiltrar la poesÃa en todos lados, hacer que el planeta Tierra esté cruzado de poesÃa por todas partes. Que cuando nos miren desde Marte vean largos canales de poesÃa que atraviesan la Tierra.
Vicente Huidobro.