marta

Soy persona de excesos. En casi todo, salvo en la prudencia. ¿No decía William Blake que el camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría? Blake sabía de lo que hablaba. No seré yo quien desprecie a los que prefieren la mesura, pero que nadie se atreva a criticarme por elegir lo contrario. Por eso sumo trabajos que abandono en cuanto corro riesgo de convertirme en una buena profesional. Alguien con oficio. No quiero. Escapo. Busco nuevos territorios. Soy persona de alquileres. Sin casa propia. No soporto que las paredes sepan mi nombre. Dejo amigos en todas partes, y rara vez vuelvo. La amistad, cuando no la pones a prueba, dura eternamente. Como el amor. Me gusta enamorarme. Pero muchas veces. A la vez no, en eso soy tradicional. Cuando el aire me falta, me voy. Procuro no hacer daño pero no siempre es posible. Al menos, no engaño. Me gustan los besos que, como el buen vino, duran un instante y te deja en los labios un sabor inolvidable. Único. Un sabor que se renueva con cada sorbo, con cada beso, y que renace una y otra vez . Aguardo pieles que no sepan mi llegada, paisajes donde nadie me considere suya, compromisos que repelen la necesidad. Soy una solitaria que no sabe estar sola, una fugitiva en permanente llegada, un exploradora que se busca a sí misma en la extrañeza de los demás. Alguien que se despierta cada día para soñar, que sueña para despertar. Nadie especial: sólo una huella en playas que sólo existen en mi interior