PodrÃa ser un efecto de sonido. PodrÃa ser un didjeridú, ese instrumento de viento milenario australiano que suena grave, vibrante y profundo. Pero es humano: es la voz de G, el cantante de Dai Dai Yogi, grave, vibrante y profunda desde el comienzo y a lo largo de todo el primer disco de este grupo, un cuarteto que suena entre funky y rockero como muchos grupos chilenos que aman esa escuela, pero que sabe hacerlo con solvencia como pocos.
Arreglos bien ajustados, compases irregulares y armonÃas inesperadas marcan el sonido de Dai Dai Yogi. Aquà el guitarrista rasguea y hace solos con similar potencia. El bajista prueba lo avezado que es cuando azota las cuerdas al modo slap y luego construye exigentes acordes sobre el mismo instrumento. El cantante blande una trompeta si hace falta. Y el ánimo del grupo fluctúa entre el fiestero tono de parodia de "Quemamelisa" y el tenso tono de esa guagua que llora al comienzo de "Deamandas" y que deja de llorar después de que se oye un par de balazos.
Más que instrumentistas, Dai Dai Yogi tiene ejecutantes, de hecho. Y más que a un cantante, tiene a un vocalista. G es un hombre bien afinado, dueño de varios timbres, capaz de desplegarse en vocalizaciones jazzeras, de pronunciar un inglés impecable cuando corresponde y de lograr un efecto casi tribal en varias canciones. Por esta vez, "garganta" es una expresión literal: a menudo G canta directo con la garganta, de modo que cuando entona el clásico tradicional estadounidense "Sixteen tons", de Merle Travis, o cuando pone en juego el carácter blusero de "B & B", una canción propia, más que recordar a Mike Patton uno recuerda a Tom Waits. Varias de las canciones de Dai Dai Yogi son instrumentales, e incluso es posible que aquellas en las que el vocalista canta también lo sean, después de todo. Aquà la garganta es un instrumento más.David Ponce (Periodista de El Mercurio)