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La oscuridad de la noche, tenebrosa, cubrÃa cada rincón de la pequeña ciudad en la que me encontraba. Llevaba horas, siglos, vagando de un lado a otro sobre mi vieja escoba de sueños, y las lágrimas que empapaban mis ojos me nublaban la vista haciendo el vuelo más y más peligroso, pero no podÃa parar, pues algo me inquietaba y perseguÃa desde la eternidad, erizando todo el vello de mi cuerpo.De repente, en un movimiento fugaz, algo me golpeó precipitándome hacia el suelo a la velocidad de la luz. Todo mi ser se retorció en el suelo, condolido, y abrà mis ojos lentamente cómplice del terror que los acometÃa en esos momentos de incertidumbre.Ante mi, una larga capa negra ondulante, azotada en grandes esperpentos por el viento. Era él, habÃa perseguido a todas las brujas de mi linaje durante siglos y habÃa dado conmigo siguiendo el olor de mi sangre hirviendo por el dolor de los últimos meses. Sobre la capa, una larga cabellera se extendÃa casi hasta las rodillas. Sus ojos, negros, se clavaron en mi como una dulce puñalada que me arropaba en una inquietud desconocida hasta entonces. Era un ser realmente hermoso pese a lo desgarbado de su figura y su cariz de animal en plena caza, y aún sabiendo que yo no era más que presa de una venganza arrastrada desde el pasado, no podÃa dejar de mirarlo y deleitarme con su belleza.Con tan solo una de sus enormes manos consiguió levantar todo mi cuerpo, acercando lentamente mi cuello hacia sus colmillos que babeaban absortos en el manjar que le ofrecÃa la desnudez de mis curvas. Yo me dejé hacer, pues pese a que sabÃa que con tan solo un ademán de mi mano podrÃa acabar con su inmortalidad, el magnetismo que evocaba en mi me hacÃa desear esos labios sobre cada parte de mi alma.Su inicial dulzura me conmovió hasta tal punto que, tan solo por un segundo, deseé la muerte en sus brazos, pero pronto pude sentir sus colmillos clavándose y dejando surgir mi sangre en leves riachuelos de placer...Sentà todo su cuerpo convulsionarse y supe que tendrÃa que elegir entre su tránsito al infierno o el mÃo...La sangre de otras brujas vencidas y caÃdas, me chillaba desde su interior, suplicándome la salvación, y pude ver cómo toda su magia robada se transmitÃa a mi ser de manos de aquel espectro de la naturaleza, haciéndome cada vez más poderosa. Y cuando estaba a punto de desfallecer, dejé bailar mis dedos que ordenaban silenciosos la salida del sol. Cerré los ojos, el calor de su cuerpo se hacÃa cada vez más insoportable, quemaba, y supe que cuando los abriera ya no estarÃa allÃ.Lloré, lloré incansablemente su muerte, su dulzura, su hermosura, y hoy por hoy, conservo las marcas de sus colmillos en mi cuello en señal de lo que pudo y no fue, protestando por la injusticia del inframundo que condena a los inmortales a la lucha contÃnua de poder, al amor imposible.