About Me
Haz de LuzNadie ha podido descifrar el misterio de los sueños. En eso pensaba, cuando al amanecer le sorprendió el hecho, de que la luz del dÃa se filtrara con cautela en su cuarto; podÃa escuchar el lejano sonido de los graznidos extraños de los pavos reales que habitan el Museo de Dolores Olmedo en La Noria, Xochimilco; Pensó con alegrÃa, que pese a vivir en una ciudad agitada podÃa percibir esos sonidos y que la quietud permanente de las mañanas de los fines de semana le permitieran disfrutarlos, acompañados del color verde de los árboles y jardines que rodeaban su casa.Escuchaba aún, la voz extraña que en su sueño se introdujo como un fantasma etéreo que lo hizo desconcertarse al filo de la noche. En oposición a lo que planteaban los teóricos, él creÃa que los sueños eran voces de su cuerpo, que lo habitaban y se manifestaban en la quietud de la noche, que no eran como planteaba Freud, voces reprimidas del inconsciente humano, si no, fantasmas que tenÃan su origen en el deseo con vida propia y que no se relacionan con nuestro acontecer diurno, o que eran aves que vuelan en nuestro cuerpo, cuando la placidez del sueño nos inunda.Esa placidez, en la noche se habÃa rebelado. Aún podÃa sentir su asombro al recordar esa tarde de Mayo hace una década, cuando Elizabeth se colocó a su lado mientras estaba sentado en una silla; observó maravillado cómo la luz del sol se filtró en medio de sus piernas o mejor dicho, en el estrecho espacio que encima de sus muslos y antes de su ingle cruzó, como un haz de luz y que la transparencia de su minifalda no pudo contener. ¿Cómo hacer que un rayo de luz, alimente a otra fuente de luz que emanaba de ese cuerpo? De los pliegues de esa falda corta que sin medias debajo, permitÃa que su blanca piel, encontrara como los arco iris, al cruzar la luz, la humedad de sus pliegues debajo de la misma. Sus labios internos, pensó, deberÃan ser como gotas de rocÃo después de una noche de verano, reflexionó que asà como se forman los arcos iris, y la luz del sol se filtra por las gotas de agua, sus reflejos se contenÃan entre sus piernas debido a ese haz que las cruzaba y que permanecieron en su vida como algo intemporal.
No podÃa pensar, que el destino, quizá de manera extraña, le haya deparado esa imagen que no podÃa alcanzar. Desde hace años, no le era permitido siquiera por su condición actual, intentar el más mÃnimo halago a su belleza, por lo que debÃa conformarse, con disfrutar al imaginarla a ella desnuda, mostrando al aire esas piernas que le maravillaban; a pesar de que en su vida él tuvo músculos majestuosos sobre sus hombros; jamás le habÃa provocado una imagen tal deseo, que más que pasional, tenÃa que ver con su concepción de la textura de una piel al alba. Quizá, el objeto deseado y prohibido, nos estimula más que cualquier otro. Al final pensó, tiene que ver con la naturaleza humana.Llevaba una vida plena y feliz, hacia la entrada de los cuarenta años, habÃa vivido dÃas alegres y mejores noches. No es la carencia de felicidad lo que estimula a buscar la estética del deseo, si no las imágenes que nos permiten alimentar nuestro espÃritu a través del arte, como las obras de Joan Miró, Pablo Picasso, la literatura de Manuel Vicent; las historias conversadas en los libros de Héctor Aguilar CamÃn y los cómplices deseos de la sensualidad de Vargas Llosa y la Inmaculada de Juan GarcÃa Ponce.Su cuerpo, se le adivinaba asÃ, entre el deseo oculto y la sorpresa evidente de su condición. Como Luis Cernuda escribÃa, la realidad y el deseo, difÃcilmente se unen, son contrarios de un mismo fenómeno; luchan mitológicamente en su ser. Asà se le mostraba ella, como algo extraño pero permanente en sus sentidos.No recordaba con exactitud, cómo ambos cuerpos se habÃan unido en la noche, ó ¿Quizás lo soñó o lo imaginó en su propio sueño?, ¿Sueño del sueño?, sólo el recuerdo superaba a la calidez de esa noche, el mundo interno que habitaban en su imaginación se disipaba.Vagamente recordaba en su sueño, el olor de su piel, la transpiración de su espalda que inundaba su imaginación al verla sobre él, montándolo con pasión, hacia un destino desconocido.El encuentro nocturno, tuvo como sede esa amplia cama adornada de un marco de caoba negra, la imagen al verla a ella, desnuda boca abajo, con las piernas dibujadas artÃsticamente sobre el colchón lo inquietaba aún, el color rojo de su tanga estrecha, en medio de esas nalgas amplias, pletóricas y generosas, le hacÃan recordar la sensación cuando descubrió en Madrid, el cuadro de Salvador Dalà “Muchacha en la ventanaâ€, donde en medio de ese marco de ventana, una mujer vestida de blanco miraba al mar y la luz inundaba debajo de su cabeza los colores del océano y la montaña que se divisaba a lo lejos.Esas nalgas que observaba, podÃan sintetizar, todas las luces del universo, convocar a todos los sonidos existentes. Jamás sentirÃa esa sensación, esa emoción nuevamente, de verla, con su cuerpo dormido y las breves tangas rojas rubricando su piel. Imaginó el tacto de la seda de sus bragas y escuchó el sonido casi imperceptible cuando al mover su pierna, su piel y la tela se unÃan.Al aproximarse para besar esas nalgas, ella despertó y giró hacia él, sus ojos no mostraban nada que él pudiera adivinar que la deseaba, eran tan amables como siempre; pero tan indiferentes a cualquier deseo.Esa sensación, lejos de desilusionarlo, le agradó y dándole la espalda a ella se marchó de la habitación.QuerÃa al despertar, descifrar ese sueño, sus sÃmbolos ocultos, trató de encontrar respuestas inexistentes en los hados nocturnos, pero no habÃa respuesta. Con el sueño, se cerró una compuerta extraña e independiente, nunca más volvió a ver esa imagen en la noche y feliz, comprendió al fin a Luis Cernuda, que la realidad y el deseo no marchan en la vida juntos, pero tampoco son ajenos, uno del otro, si no, como el bien y el mal, la felicidad y la desdicha, la noche y el dÃa, el sol y la luna, lucha permanente de contrarios, existÃan sólo para inundar nuestras vidas. Pensó en el propósito de estas lÃneas por la mañana; ante la maravilla de esa imagen que observó cuando el haz de luz cruzó sus piernas y ante aquellas imágenes que recordaba, la más elaborada de todas las respuestas, nunca serÃan capaz de comprender, la intensidad de esa luz que marcó en sus sentidos una rúbrica permanente, pero que dicha luz, no iba destinada para él. La afortunada para recibirla, era la vida misma y le agradeció a esta que le permitiera compartir por un instante esa luz, aunque de manera injusta, ella nunca supiera, como sus sentidos se poblaron y confundieron entre la realidad y su sueño, que al final, no podrÃa diferenciar con exactitud, ya que se encontraba confuso, si en realidad habÃa visto esa luz o eran los fantasmas del sueño que se habÃan rebelado esa cálida noche de verano.LÃneasLa lÃnea
De las lÃneas
Se bifurcan en dos.Corta los suspiros, del suspiro,
Contemplo ahora, una porción de paraÃso,
En forma de signo Celta.Intangible, porque la geometrÃa de su lÃnea,
La impronta de esa rúbrica,
Se reconocerá en su propio olor, se convocará en el
Laberinto de los Laberintos,El cÃrculo se cerrará, la porción del paraÃso, tendrá
El látigo negro, que cruza su espalda hacia mÃ.Los caminos coincidirán en complicidad,
El universo, ó una de sus compuertas, se abrirán;
Todo, por contemplar, la lÃnea de tus lÃneas.AgostoSegunda LÃneaEl arqueo, o quizás la impronta de tu cuerpo.En el negro, la limpidez de la hoja me cubre de ti.Las lÃneas de tu rostro, se muestran generosas,SentÃ, la mirada de luz,
Que iluminó el cuadro, que ambos contemplamos.Tarde de rojos, luces, piezas del imaginario, en el Museo del Arzobispado.Entre la fluidez de la luz,
El universo cambia de la algarabÃa, en la Plaza Mayor,
A la placidez del silencio en un instante.Centro del centro,
Del Centro venimos todos…dirÃa Eusebio RuvalcabaEn la bandera absorta, cruzas,
Veo una silueta,
Un haz de luz la atraviesa...Eres tú.La amplitud del roce de tus piernas, apenas
Insinuadas en el Nivel.El Nivel es la marca,
¿Cómo apresar el instante en que el tirante
Negro, insinuado apenas en tu piel blanca cae?Cruzas, la Plaza, el colorido céntrico del centro.Transitas…Convento profanado de olores,Mares de Hadas y Hados, que apenas adivinan, la rúbrica
En tu piel, al contemplarte, en los jardines imaginarios de Mogador.Es la certeza del cruce de caminos que adivino en tu espalda,
Que abarca y decora, lo negro de lo negro, surge el color en tu piel, me permites contemplarte, junto al metal, contenedor de historias.Tocar, en la locura concebida, en tu mente laberÃntica.Apenas una insinuación de ti.
Mis manos, recorren la geometrÃa de tu cuerpo, en medio de la historia, torre de espirales en papel, los olores se conjugan.Advierten, apenas, las rendijas de la historia,
Sus pliegues, sus misterios, como tú.
Que contienen en castillos imaginarios,
Dragones furtivos, a ti, convocadora de utopÃas realizables,
Encuentran en la placidez de la tarde, los sentidos, sin sentido,
Los mares Porvenir,
Las aguas por correr,
Los vientos que convocar,Las Hadas luz, en años luz, tu alada presencia,
Fugaz como ellas, se recobra en mis manos, y
La luz de la luz, convoca a la oscuridad.
En ese juego interminable de luces y sombras…Fin de Agosto“Los Cántarosâ€, La Noria, Xochimilco
Ciudad de México.