About Me
xxxxxxxxxxxxxxHISTORIAS BREVES PARA UNA VIDA ÃCIDAxxxxxxxxxCAPÃTULO UNO XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
Me empecé a gestar allá por 1.638 en la mente de un marinero que aquella noche se habÃa pasado con el opio.Tras un par de siglos de papeleo he conseguido materializarme, aunque al final me hayan dado esta forma tan habitual. No tengo ninguna tara y eso me mosquea, siempre se supone que aquellos que tienen taras solventan ese problema destacando en otra cosa que eclipsa el defecto. Por desgracia mi mayor tara es mi cerebro, y es una desgracia porque la gente se apiada de los cojos, tuertos, o de los que tienen una pelvis en la frente, sin embargo lo mÃo no se nota a primera vista, de ahà que cuando me expreso no se me comprenda.Mi infancia fue como la de cualquiera de vosotros. Después de materializarme tuve que buscar unos padres, es lo que conlleva llegar aquà por tu propio pie. Y la verdad es que no fue una elección nada sencilla. Finalmente me decidà por el viejo Lucho y su mujer prostituta. Ambos eran alcohólicos a la par que drogadictos, y muchas noches las tuvimos que pasar buscando un poquito más de caballo, a mi mamá todo le parecÃa poco.Mi mamá tenÃa un precioso tatuaje que se habÃa hecho en la cárcel, tenÃa ese color azul a boli bic que a mi me trae tantos recuerdos. Mi mamá tenÃa mucha clase, siempre llevaba camisetas con las que poder lucir sus huesos, y las botas que le regaló mi padre le quedaban bien con todo. Le gustaban los pendientes y siempre que podÃamos le robábamos los suyos a una vieja para regalárselos. Siempre conseguÃa más trabajo cuando llevaba pendientes.Mi papá nunca fue celoso. Era muy alto y olÃa como quiero oler yo de mayor. ParecÃa que era él el que fermentaba toda la cerveza que se bebÃa, con ese fantástico aroma a cebada rancia. Mi papá era un tÃo cojonudo y era el más culto del parque, con diferencia. Me enseñó que era más barato asustar a unos crÃos y quitarles lo del botellón que comprarlo en el super, me enseñó que los calzoncillos tienen cuatro posiciones posibles, me enseñó a beber con una cuchara para que cuando quedaba poca cerveza acabásemos igual de jodidos... Mi padre era un gran hombre.Como es de suponer ambos desaparecieron. Volaban hacia la polinesia para celebrar sus bodas de cuberterÃa cuando un oso que migraba de un polo a otro golpeó contra la cabina del avión, que se precipitó al océano. Tras pasar tres años en una isla del tamaño de una Volkswagen, poco después de que se acabrán los cacahuetes, tuvieron una revelación. Decidieron fundar una ciudad bajo el mar y después de dos horas desarrollando branquias se hundieron en el PacÃfico a 400 km de ninguna parte.No les guardo rencor, yo hubiese hecho lo mismo, no soy un gran hijo.
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CAPÃTULO DOS XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
Después de cinco minutos de intensa y profunda pena, conseguà superar la pérdida. No me gusta hablar de ello, pero fueron cinco minutos terribles, de verdad.
A mis seis años iba a tener que buscarme, nuevamente, unos padres adecuados. Lucho, mi primer padre, actualmente anfibio, siempre me habÃa dicho que los vascos eran unos tipos muy duros y que debÃa aprender de ellos. Sin pensármelo dos veces me agarré a una cigüeña que pasaba sobre mi cabeza y la amenacé para que me llevase a Bilbao. Durante el viaje me di cuenta de que lo más conveniente serÃa que la cigüeña me dejase directamente en la terraza de alguna casa, de ese modo, y si daba con la vasca más tonta de toda Euskadi, no tendrÃa dudas de que yo era su hijo. El hecho de que a mi corta edad ya tuviese pelo en el pecho y fumase como un carretero no dejaba de ser algo secundario. Si se tragaba que llegaba al mundo en cigüeña significaba que era digna de educarme.
Iba yo agarrado a las patas del ave, imaginándome mi nueva vida, sin saber de la ascendencia japonesa de la cigüeña, cuando ésta, aprovechando un despiste, viró de forma brusca hacia unos cables de alta tensión. Tuve que romperle el cuello, era ella o yo, y al final fue ella, la muy puta. Gracias a utilizarla de cojÃn sólo me desfiguré la cara un poco más de lo que ya lo estaba, me gustó el cambio, me da más carácter.
Fui a caer en medio de Sicilia, lo que hizo que me diese cuenta de que no entiendo una mierda de geografÃa. Hacia mi se acercaba un hombre rodeado por una horda de más de cien perros gordos, lanudos y blancos. El tipo no me inspiró mucha confianza, llevaba la pinga fuera del pantalón y a los perros no les gustaba que se pusiese detrás de ellos. Fabrizzio, que asà se llamaba, habÃa nacido de una relación incestuosa de su padre con uno de aquellos animales, de ahà su predilección por los culos blancos y esponjosos. Era un cabrón enano, huraño y chepudo, lo tenÃa todo. No sentamos a comer la cigüeña y a fumar tabaco de liar. Al acabar le pedà prestada una de sus ovejas y Fabrizzio, después de pensárselo, me ofreció a una de ellas, por lo visto era la más recatada, de modo que, ¿para qué la querÃa?Tardé dos dÃas en llegar a Prizzi, un pequeño pueblo en el centro de la isla, montado en Apollonia. Como no sabÃa a dónde ir me dejé llevar por ella, que parecÃa tener más experiencia. Se dirigió directamente hacia un caserón en cuyo jardÃn habÃa dos hombres bebiendo vino y fumando. Allà me despedà de ella y le recomendé que probase a dar una vuelta por el pueblo. Años después me enteré de que se habÃa casado con un napolitano y que habÃan tenido un hijo, el cual, al cumplir los doce años, partió hacia los campos del interior para vengar a sus tÃas por los años de servicios forzados a los que las habÃa sometido Fabrizzio. Aunque esa es otra historia.XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
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CAPÃTULO TRES
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Los dos hombres sentados fuera de la posada eran Luca y el doctor Taza, que sin dudarlo me acogieron bajo su protección. No parecieron soprenderse al saber que habÃa llegado en oveja, ya que por lo visto era un medio del todo habitual en Sicilia. Luca era una persona baja de tórax, parco en palabras y movimientos, y aunque parecÃa tranquilo todos lo temÃan. Dos años antes de nacer ya habÃa acribillado a tres personas y ahora, a sus 16 años, era toda una leyenda. Su madre habÃa muerto al dar a luz a la última de sus quince hermanas pequeñas y su padre, un borracho pedófilo, habÃa huÃdo del paÃs sin dejar rastro después de que Luca lo soprendiese mirando demasiado tiempo a la mayor de sus hijas. Pese a su rudeza era un gran amante del arte. EsculpÃa figuras basándose en las personas momificadas de Pompeya, y su técnica era tal que muchas veces, justo cuando las acababa, parecÃa que algunas pedÃan auxilio desde su cárcel de barro. El doctor Taza, por su parte, era un viejo muy hablador. Fumaba siempre de una pipa que le habÃa regalado Culoabierto, el primero de una larga estirpe de indios navajos que con su clan emigró a Asia y tras deambular por Europa, decidieron establecerse en Bucarest, donde crearon el primer baño turco. Estaba un poco chocho, y muchos lo habrÃan definido como un viejo verde, pero lo cierto es que era un pozo de sabidurÃa. Con él y con Luca tuve mis primeras clases teóricas sobre las mujeres. Clases magistrales en las que el doctor, desde su posición de ilustrado, me iluminaba con joyas traÃdas de las más largas tradiciones sicilianas. “Para saber si una mujer es buena, métele un dedo en la parrocha, y si huele a pescado, ¡a la mierda!†“A las mujeres no hay nada que les guste más que un buen pedo bajo las sábanas, cuando la tuya sepa apreciar eso, entonces sabrás que tienes que casarte†“Y recuerda esto por encima de cualquier otra cosa, nunca te fÃes de un animal que sangra durante cinco dÃas y no muereâ€. Luca siempre se reÃa a carcajadas cuando escuchaba al doctor decir estas cosas, yo por mi parte no me perdÃa una palabra e intentaba memorizarlo todo para saber como hacer en el futuro. Con todo llevaba allà un año y parecÃa que la buena vida no iba a acabar nunca. Sin embargo, y a eso viene la frase anterior, las cosas cambiaron, y de manera brusca. El doctor Taza, a sus ochenta y siete años, se fugó con un mozo labrador de veinte primaveras a algún lugar muy alejado de todos los prejuicios sicilianos. Luca, por su parte, cruzó el Océano Atlántico sobre una bicicleta con flotadores que él mismo se fabricó para ir en busca de un afilador que lo habÃa estafado con el cambio. Dicen que durante el viaje se alimentó de tiburones y osos polares extraviados. Atracó en Nueva York donde muchos años después fue estrangulado en un bar. Por mi parte, y tras unos minutos de estupor, ya que al mismo tiempo y sin mediar palabra ambos se levantaron de la mesa e iniciaron su nueva vida, comprendà que mi tiempo en Sicilia habÃa acabado. Después de probar las técnicas impartidas por el profesor con la mitad de las hermanas de Luca y recibir sendos tortazos de cada una de ellas, conocà a un ornitorrinco gitano, el Jonathan, que me ofreció llevarme al otro extremo del globo atravesando la corteza terrestre a cambio de la mitad de mi tabaco. Lógicamente cerré el trato.