About Me
EL ENCANTAMIENTO**********La primera luz del amanecer entraba en el taller de sastrerÃa por las ventanas sin cortinas. Los maniquÃes parecÃan negros bultos sin forma.
La señorita Milli se sorprendió al encontrarse echada en el sofá sin el vestido. Al ir a extender la mano hacia la prenda, se asustó: no tenÃa brazos.
Cuando la señorita Milli se miró los hombros y vio luego las negras siluetas de los maniquÃes, sintió un hondo desconsuelo: estaba como ellos.
Lentamente, a medida que crecÃa la luz, iban perfilándose las siluetas de los maniquÃes. Pecho abombado, espalda erguida, caderas firmes y bien torneadas descansando sobre el pie.
-Ya se ha dado cuenta –susurró el maniquà más grande, al que se probaban los fracs y las americanas.
-Mira, está asustada –dijo otro.
-No te desesperes –la animó un tercero.
-No te aflijas. ¡Nosotros estamos contigo!
La señorita Milli escuchaba las voces tenues y amigas que sonaban en el taller y que salÃan de los maniquÃes.
TenÃa frÃo. Le temblaban los hombros. Se quedó echada en el sofá, muy quieta, mirándose.
-Lo sentimos mucho –dijo el maniquà más grande-. Menos mal que le ha dejado cabeza.
La señorita Milli callaba; todo le parecÃa borroso, confuso.
-Ahora que usted se parece a nosotros –empezó el maniquà grande, con voz aún más dulce y compasiva-, a pesar de que aún conserva la cabeza, ¿permite que le expliquemos lo ocurrido?
La voz esperaba.
Entonces, en el interior de un maniquà empezó a sonar el leve tarareo de una tierna alborada. El cantor se balanceaba suavemente, y la dulce y lenta melodÃa sonaba como un suspiro. ¿Asà que todos aquellos maniquÃes, inmóviles y oscuros, que la señorita Milli conocÃa desde hacÃa años, tenÃan vida? ¿Estaban vivos, y ella no lo habÃa notado hasta ahora, cuando compartÃa su suerte? La señorita Milli se levantó, fue a la ventana y miró afuera. Sin volverse, preguntó:
-¿Ha sido el oficial?
-Ah, ya se acuerda –dijo el maniquà más grande-. SÃ; ha sido él, el canalla más bestial que hemos visto en nuestra vida, ese gordo pelirrojo.
-¿Qué me ha hecho? –a la señorita Milli le temblaba un poco la voz.
-Ayer el maestro sastre le dijo que se quedara a trabajar hasta más tarde –le recordaron los maniquÃes.
Ella asintió.
-SÃ. TenÃa que coser la cola del vestido azul de madame Soré.
-Ya se habÃan ido todos –prosiguió el maniquà más grande-. Usted estaba sola, cosiendo. Cantaba una canción para distraerse. Entonces el oficial volvió.
-Fue uno de los más viles atropellos que hemos presenciado –terció en la conversación otro maniquÃ-. Se le acercó por detrás, la agarró por los brazos, la lanzó en ese sofá y...
-¿Y...? –preguntó la señorita Milli.
-¡Usted se defendió! Lo arañó bien. Y me parece que hasta le mordió en una oreja. Usted peleó, señorita Milli, peleó como una heroÃna, pero...
-¿Pero? –jadeó la señorita Milli.
-Él es muy fuerte, ¿comprende?, no habÃa esperanza, nosotros nos volvimos hacia la pared, temblando de vergüenza, por no poder hacer nada.
-Pero mis brazos... –sollozó la señorita Milli con súbita desesperación-. ¿Qué ha sido de mis brazos?
-Él no consiguió nada, señorita Milli –dijo el maniquà grande con suavidad-. Usted conservó la cabeza, él luchaba y al fin dijo...
-¿Qué dijo? ¿Qué dijo, por Dios?
-Dijo –prosiguió el maniquà con voz dolorida-, dijo: << ¡Pues serás como uno de éstos! >>. Y nos señalaba a nosotros. << ¡Sin brazos, sin piernas y sin... cara! >>
La señorita Milli se volvió lentamente.
-Sin... cara –susurró.
El maniquà grande, turbado, frotó el suelo con su pata de madera.
-Sà –murmuró-. Él...
-¿Qué? ¡Habla, por lo que más quieras!
Del cuerpo de los maniquÃes salÃa un llanto suave que partÃa el corazón.
-Nos da usted mucha pena –decÃan entre suspiros.
-Le ha borrado la cara –murmuró el maniquà masculino-. Ya no tiene cara.
Lentamente, la señorita Milli se apartó de la ventana y fue hacia los maniquÃes. La piel sonrosada de la mujer hacÃa un bello contraste con aquellos cuerpos negros. Al fin dijo:
-¿Entonces soy una de vosotros?
-Es un gran honor –dijo el maniquà masculino y, con movimientos rÃgidos, trató de hacer una reverencia.
-Siempre será la más hermosa. Aún tiene su pelo, su pelo suave de mujer. Y el contorno de su cara es bello y armonioso. Ah señorita Milli, es usted el maniquà más bonito que hemos visto en nuestra vida.
Las mejillas de la señorita Milli se ahuecaron en una sonrisa.
-Me quedaré entre vosotros.-¡Oh, qué alegrÃa, señorita Milli! –exclamaron los maniquÃes-. Haremos todo lo que podamos para que sea feliz........................IN MEMORY-UNICA ZURN..............