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domingo 16 de noviembre de 2008 3:37amEL LECHO NUPCIAL 1Precedidos por monaguillos que portaban velas y seguidos por sacerdotes y amigos, los contrayentes abandonaron el templo en compañÃa de jóvenes y mujeres que caminaban al lado de los novios cantando y colmando el cielo de bellas y alegres melodÃas.
Cuando la procesión llego a la residencia del novio, los recién desposados tomaron las principales ubicaciones en el vasto salón, y los celebrantes se sentaron en cojines de seda y en sillones de terciopelo, hasta que el lugar se colmó de una multitudinaria concurrencia deseosa de felicitar a la pareja. Los sirvientes pusieron las mesas, y los invitados comenzaron a brindar por la novia y el novio, mientras los músicos apaciguaban el espÃritu con sus cuerdas. PodÃa oÃrse el tintineo de las copas de cristal entrechocándose, al unÃsono con el repiqueteo de los tambores. Las doncellas comenzaron a danzar ágilmente, contorneando sus flexibles cuerpos al compás de a música, mientras el resto de los invitados las observaban extasiados y bebÃan cada vez más vino.
En pocas horas la escena de una alegre y agradable ceremonia nupcial se convirtió en una tosca y profana orgÃa. AquÃ, ,un joven derrama sus sentimientos de súbito cuestionable amor sobre una atractiva doncella. Más allá, otro joven intenta entablar conversación con una dama, mas tiene dificultades para traer a la memoria enturbiada por el vino las bellas palabras pensadas. De tanto en tanto podÃa oÃrse a un anciano exigir a los músicos repetir aquella canción que le recordaba sus épocas pasadas. En este grupo una mujer coquetea con un hombre quien, a su vez, mira apasionadamente a su rival. En aquel rincón, una dama de cabellos cenicientos observa risueña a las doncellas, tratando de elegir entre ellas esposa para su único hijo. De pie junto ala ventana, una mujer casada aprovecha la oportunidad en que su marido se halla ocupado con la bebida, para hacer planes con su amante.1 Este hecho ocurrió en el norte del LÃbano a fines del siglo XIX y me fue revelado por un familiar de uno de los principales protagonistas del cuento, y quien presenció el incidente descrito. (Khalil Gibrán).ParecÃa como si todos estuvieran recogiendo los frutos del presente y olvidando el pasado y el futuro. Mientras todo ocurrÃa la radiante novia observaba a los presentes con ojos tristes. Se sentÃa como una desdichada prisionera tras los barrotes de una celda, y frecuentemente buscaba con la mirada a un joven que se hallaba solo en el otro extremo del salón, como ave herida y pérdida su bandada. TenÃa la mirada fija en un punto del techo y parecÃa completamente extraviado en un mundo de tinieblas.
Llegó la medianoche y la exaltación de la multitud creció hasta lo insospechable, hasta que tuvo el aspecto de una locura despiadada, porque la mente estaba libre y la lengua habÃa perdido su control.
El novio, hombre entrado en años y ya en estado de ebriedad, dejó a la novia librada a su suerte y comenzó a pasearse entre los invitados, bebiendo con ellos y agregando combustible a las llamas de su embriaguez.
A una señal de la novia, una doncella vino a sentarse al lado de ella. Entonces la novia giró la cabeza y miró hacia uno y otro lado, y luego le susurró con voz trémula:
-Te ruego, compañera mÃa, y apelo a ti en nombre de nuestra amistad y de todo lo que amas en este mundo, que vayas y digas a Saleem que me espere en el jardÃn bajo el sauce. Por favor, Susan, llévale mi pedido y dile que acceda; recuérdale nuestro pasado y dile que moriré si no lo veo. Dile que debo confesarle mis faltas y pedirle perdón; dile que quiero exponer todos los secretos de mi corazón ante él. Apresúrate, y no temas.
Susan remitió el mensaje de la novia con sinceridad; Saleem la miró como un hombre sediento mira un rÃo distante y dijo suavemente:
-La esperaré en el jardÃn bajo el sauce.
Salió de la casa, y unos minutos después la novia lo seguÃa, escurriéndose entre los embriagados. Al llegar al jardÃn miró hacia atrás como gacela que huye del lobo, y luego se dirigió hacia el sauce donde la aguardaba el joven. Cuando estuvo junto a él lo rodeó con sus brazos y dijo entre sollozos: -Escúchame, amado mÃo, siento haber actuado apresurada e impensadamente. Mi corazón está lleno de tristeza; te amo a ti y a ningún otro; seguiré amándote hasta el fin de mis dÃas. Me han mentido y me han dicho que tú amabas a otra, y Najeebee me decepcionó cuando me dijo que tú estabas enamorado de ella. Hizo eso para inducirme a que aceptara casarme con su primo, tal como mi familia tenÃa planeado desde hacÃa tiempo. Ahora estoy casada, pero tú eres el único a quien amo, y tú eres mi esposo. Ahora que me he quitado el velo de los ojos y me he aproximado a la verdad, he venido aquà para seguirte hasta el fin de la vida, y nunca regresaré junto al hombre a quien la falsedad y las rÃgidas costumbres me han elegido por esposo. Apresurémonos, amado mÃo, y abandonemos este sitio al amparo de la noche. Vayamos a la costa y subamos a una nave que nos llevará a tierras lejanas donde podamos vivir juntos sin ser molestados. Vayámonos ahora para que al alba estemos lejos de las garras del enemigo; tengo suficientes joyas como para que podamos vivir tranquilos el resto de nuestros dÃas... ¿Por qué no hablas Saleem? ¿Por qué no me miras? ¿Acaso no escuchas los gemidos de mi alma y el llanto de mi corazón? ¡Habla, y apurémonos a irnos de aquÃ! Los minutos que se escurren son más valiosos que los diamantes, y más preciados que las coronas de los reyes.
Su voz era más calma que el susurro de la Vida, y más angustiada que el quejumbroso llamado de la Muerte, y más tenue que el crujido de las alas, y más profunda que el mensaje de las olas... era una voz que vibraba de esperanza y desesperación, de placer y dolor, de felicidad y desdicha, con deseos de vida y deseos de muerte. El joven escuchaba con atención, pero en su interior el Amor y el Honor libraban una intensa batalla... El Honor que reconforta el espÃritu, y el Amor que Dios puso en cada corazón humano... Tras un silencio prolongado, el joven alzó la cabeza y desvió los ojos de los de la novia, que lo miraba trémula de ansiedad, y respondió quedamente:
-Regresa a tu destino, ya es demasiado tarde. La sobriedad ha borrado lo que la embriaguez ha escrito. Vuelve antes de que los invitados te descubran aquà y diles que has traicionado a tu marido en la noche de bodas de la misma forma en que me traicionaste a mà en mi ausencia.
Al oÃr estas palabras, la joven se estremeció como una trémula rosa ante la tempestad y dijo dolorida:
-Jamás regresaré a la casa que he abandonado para siempre. Ahora me siento como un prisionero que abandona el desierto... No me eches de tu lado diciendo que te he traicionado. Las manos que unieron nuestros corazones son más fuertes que las manos del emir y de los sacerdotes que entregaron mi cuerpo a mi asqueante cónyuge. No hay poder capaz de separarme de ti... ni siquiera la Muerte puede separar nuestras almas, porque sólo los Cielos pueden torcer la voluntad de los Cielos.
Fingiendo desinterés y tratando de librarse de la presión de los brazos que lo rodeaban, Saleem replicó:
-¡Aléjate de mÃ! Amo a otra con intensidad que me hace olvidar que existes. Najeebee estaba en lo cierto cuando te dijo que la amaba. Regresa junto a tu esposo y sé una esposa fiel como la ley manda.
-¡No, no! ¡No te creo, Saleem! -protestó desesperadamente la novia-. Bien sabes que me amas, puedo leerlo en tus ojos; percibo tu amor cuando me acerco a ti; nunca te dejaré para ir junto a mi esposo mientras palpite mi corazón; vine aquà para seguirte hasta el fin del mundo. Muéstrame el camino, Saleem, o déjame morir aquÃ.
-Déjame -dijo Saleem sin alterar el tono de su voz-, o llamaré la atención de la gente a este jardÃn y te pondré en ridÃculo ante Dios y ante los hombres y dejaré que mi amada Najeebee se rÃa de ti y se enorgullezca de su triunfo. Mientras Saleem luchaba por librarse de sus brazos, la esperanzada, tierna y suplicante mujer se transformó en una leona que ha perdido sus cachorros, y gritó:
-¡Nadie me vencerá jamás ni me quitará mi amor! Después de haber pronunciado estas palabras, extrajo una daga oculta bajo su traje nupcial, y la clavó en la garganta del joven con la rapidez del relámpago. Cayó sobre la hierba como un retoño arrancado por la tormenta, y ella se inclinó sobre el cuerpo sosteniendo la daga manchada de sangre en una mano. Él abrió los ojos y con labios trémulos susurró:
-Acércate ahora, amada mÃa; ven, Lyla y no me abandones. La Vida es más débil que la muerte, y la Muerte más débil que el Amor. Escucha la risa cruel de los invitados en la casa, oye cómo tintinean y se quiebran las copas de cristal, amada mÃa. Lyla, me has rescatado del sufrimiento de la vida. Déjame besar la mano que rompió las cadenas y me liberó. Bésame y perdóname, pues no he sido fiel.
"Posa tus manos manchadas de sangre sobre mi triste corazón, y cuando mi alma se eleve al vasto firmamento pon la daga en mi mano derecha y di que yo mismo me he quitado la vida. Se detuvo para tomar aliento y dijo en un susurro:
-Te amo, Lyla, y jamás he amado a otra. El autosacrificio es más noble que huir contigo. Bésame, oh Lyla... Apoyó la mano sobre su herido corazón y dio el último suspiro. La novia miró hacia la casa y gritó en desgarrante agonÃa
-¡Salid de vuestro estupor, que aquà se celebra la boda! ¡La novia y el novio os aguardan! ¡Venid a ver nuestro mullido lecho! ¡Despertad, insano y bebedores; corred a este sitio para que podamos revelaros la verdad del Amor, la Muerte y la Vida!
Su histérico grito atravesó la casa y retumbó en los oÃdos de los invitados. Como en un trance, todos se precipitaron a la puerta y salieron mirando hacia todos lados. Al aproximarse a la escena de tan trágica belleza y al ver a la novia llorando sobre el cuerpo de Saleem, retrocedieron temerosos y nadie se atrevÃa a acercárseles. ParecÃa como si el hilo de sangre que brotaba del corazón del joven y la daga que sostenÃan en la mano, los hubiera hechizado y hubiera helado la sangre de sus cuerpos. La novia los miró y gimió amargamente:
-¡Acercaos, cobardes! ¡No temáis al espectro de la Muerte cuya grandeza rehúsa aproximarse a vuestra insignificancia, y no os asustéis de esta daga, pues es un instrumento divino que rehuye tocar vuestros cuerpos impÃos y vuestros huecos corazones! Mirad a este hermoso joven... Es mi amado, y lo maté porque lo amaba... es mi novio y yo soy su novia. Buscamos un mullido lecho que fuera digno de nuestro amor, en este mundo al que habéis empequeñecido con vuestras tradiciones e ignorancia. Pero hemos elegido este lecho. ¿Dónde está esa pérfida mujer que traicionó a mi amado y dijo que él la amaba? ¿Dónde está aquella que pensó que me vencÃa? ¿Dónde está Najeebee, la serpiente infernal que me desilusionó? ¿Dónde está la mujer que os ha reunido aquà para celebrar la partida de mi amado y no el matrimonio del hombre que habÃa elegido para mÃ? Mis palabras deben resultaros extrañas, pues el abismo no puede comprender el canto de las estrellas. Diréis a vuestros hijos que he matado a mi amado en la noche de bodas. Mi nombre será una blasfemia en vuestros sucios labios, pero vuestros nietos me bendecirán, pues el Mañana liberará a la verdad y al espÃritu. Y tú, ignorante esposo mÃo, que compraste mi cuerpo pero no mi amor, y que me tienes pero no me posees, eres el sÃmbolo de esta desdichada nación, que busca la luz en las tinieblas, y aguarda que el agua brote de la roca; tú simbolizas un paÃs gobernado por la ceguera y la estupidez; tú representas a la falsa humanidad que corta brazos y gargantas para alcanzar el collar o la pulsera. Ahora te perdono, pues el alma que parte dichosa perdona los pecados de la gente.
Entonces la novia alzó la daga al cielo, y como un sediento que acerca a sus labios al borde de la copa, dejó caer su brazo clavándosela en el pecho. Cayó junto a su amado como un lirio despojado de su flor por una afilada hoz. Las mujeres contemplaban la horrible escena y gritaban escandalizadas; algunas se desvanecieron y el rugido de los hombres colmó los cielos. Al acercarse a las vÃctimas, vergonzosa y respetuosamente, la agonizante novia los miró, y mientras la sangre manaba de su herido cuerpo, les dijo: ,
-Alejaos de nosotros y no separéis nuestros cuerpos, porque si cometéis tal pecado, el espÃritu que flota sobre vosotros os apresará y os quitará la vida. Dejad que la tierra hambrienta engulla nuestros cuerpos y nos oculte en su seno. Dejad que nos proteja asà como protege a las semillas hasta que llega la primavera y vuelve la vida pura y el despertar.
Se acercó al cuerpo de su amado, posó los labios sobre los frÃos labios de él y dijo sus últimas palabras:
-¡Mira, eterno mÃo... mira a nuestros amigos! ¡Mira cómo los celosos rodean nuestro lecho! ¡Oye él castañeteo de sus dientes y el crujido de sus dedos! Me has esperado mucho tiempo, Saleem, y aquà estoy pues he foto las cadenas. Vayamos hacia el cielo, pues ya hemos esperado demasiado tiempo en este tenebroso mundo carcelario: Todo se desvanece de mi vista y sólo puedo verte a ti, amado mÃo. Estos son mis labios, mi más preciada posesión terrena... acepta mi último suspiro humano. Ven, Saleem, vámonos ahora. El Amor ha desplegado sus alas y se ha elevado hacia la gran luz.
Inclinó la cabeza sobre el pecho, pero sus ciegos ojos aún estaban mirándolo.
Reinó el silencio, como si la dignidad de la muerte se hubiera apoderado de las fuerzas de los presentes impidiéndoles moverse. Entonces el sacerdote que habÃa celebrado la ceremonia matrimonial se adelantó y señalando a la pareja unida por la. muerte dijo:
-¡Malditas son las manos que tocan estos ensangrentados cadáveres carcomidos por el pecado. Y malditos son los ojos que derraman lágrimas de pesar sobre estas dos almas endemoniadas. Dejad que el cuerpo del hijo de Sodoma y de la hija de Gomorra sigan yaciendo en este morboso sitio hasta que las bestias devoren su carne y el viento esparza sus huesos. ¡Regresad a vuestros hogares y alejaos de la contaminación de estos pecadores! ¡Dispersaos ahora, antes de que os alcancen las llamas del infierno, que aquel que aquà permanezca será maldecido y excomulgado de la iglesia y jamás volverá a entrar al templo ni a ofrendar con las cristianas alabanzas a Dios!
Susan, último mensajero de los enamorados, se adelantó valientemente y se detuvo ante el sacerdote. La joven lo miró con los ojos llenos de lágrimas y le dijo:
-Yo permaneceré aquÃ, hereje despiadado, y yo los custodiaré hasta que llegue el alba. Cavaré un sepulcro para ellos bajo estas ramas suspendidas, y los sepultaré en el jardÃn en que se dieron el último beso. Abandonad este sitio de inmediato, pues el cerdo detesta el aroma del incienso, y los ladrones temen al señor de la casa y a la llegada de los primeros destellos del alba. Corred hacia vuestro lecho tenebroso, pues los himnos angelicales no penetran vuestros oÃdos clausurados con el sólido cemento de las reglas crueles y vanas.
La multitud se dispersó lentamente junto con el consternado sacerdote, y Susan permaneció junto a Lyla y a Saleem, como una madre protege a sus hijos en el silencio de la noche.
Cuando la multitud hubo abandonado completamente el sitio, se hincó de rodillas y lloró con los ángeles.gibran khalil gibran