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Amo la carretera, esa lÃnea blanca que me lleva a través del asfalto, creo que la tonalidad oscura del asfalto es el negro más bonito que hay, el más logrado pues siempre cambia de color, incluso cuando ya gris y viejo, lleno de surcos de edad, sigue bello y misterioso. La lÃnea blanca nunca acaba de desaparecer, siempre allÃ, recta y constante señala el no camino, un mapa a ninguna parte, pues en ella, están todas las partes.
La carretera es algo constante en mi vida, siempre viajé, parece ayer cuando miro atrás, muchos lugares pasaron entre esperas y salidas forzosas, la carretera al fin, es siempre la mejor opción, la desconexión de algo que no querÃa o la esperanza del encuentro. Cuando se viaja se espera algo, al menos fÃsicamente ya que dÃas antes de la fecha prevista, el viaje empieza en la mente, que siempre en busca de más, intenta reconocerse.
Me acuerdo de muchos lugares que vivà imaginariamente, pasando rápido por la carretera, veo aquella casa y aquella otra intentando decidir donde está la morada, llego a mi destino sin destino pues normalmente duro poco, en otra carretera sigo eligiendo entre tantas moradas que nunca son como las imagino, mejor, es la excusa para otro billete porque, no hay ciudad, no hay hogar donde pueda volver y allà estoy, hombre caracol, cargado de imágenes y cuentos, sueños de lo vulgar y lo mágico que no dejan de acompañarme.
Con status de peregrino sigo, soy viajero no turista pues el turista siempre vuelve a su sitio y el viajero no tiene sitio, el mundo es suyo, el mundo es nuestro, entre ola, nube y césped, aquà estoy de nuevo, con una fecha como sentencia que yo y la vida, de mutuo acuerdo, imponemos a este cuerpo desgarrado que me acompaña. De nuevo en la carretera, otra vez a mi suerte, esperando encontrar aunque ya no me lo crea, y como rastro, trozos de camino que imprimo en imágenes, detalles, un árbol, el amanecer y aun que no lo creáis, cientos de espÃritus que habitan en las imágenes, posando, mirando e incluso ayudando a este loco destino.
Loco destino, no lo sé, prescindo de los colores a veces, buscando el vacÃo, construyo un mapa de imágenes, fotografÃas de algo que ya pasó, sigo a este vacÃo que digo, sólo en el puedo encontrarme pues en la ciudad me convierto en narcótico, en sustancia de todo lo que me rodea y normalmente no entiendo, miro el semáforo e intento decidir si soy el rojo o el verde, a momentos me ilusiono y creo que aquà soy rojo, pero siempre acabo verde, siempre a punto de concretar el siguiente paso y allà me veo dentro de la gran bola redonda.
Andrés Delarua © 2009