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De la rosa pura,
sólo nos queda el nombre
(Umberto Eco)
EL ALEPH (fragmento final)
Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veÃa desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mà como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó[...]
[...]vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vÃsceras, vi tu cara, y sentà vértigo y lloré, porque mis ojos habÃan visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.
J.L.Borges
DEIXIS EN FANTASMA
Aquello.
No eso.
Ni
—mucho menos— esto.
Aquello.
Lo que está en el umbral
de mi fortuna.
Nunca llamado, nunca
esperado siquiera;
sólo presencia que no ocupa espacio,
sombra o luz fiel al borde de mà mismo
que ni el viento arrebata, ni la lluvia disuelve,
ni el sol marchita, ni la noche apaga.
Tenue cabo de brisa
que me ataba a la vida dulcemente.
Aquello
que quizá hubiese sido
posible,
que serÃa posible todavÃa
hoy o mañana si no fuese
un sueño.
(Ãngel González.)