“Hace menos de cien años el aborrecimiento de la vanidad global y de las largas jornadas laborales mal recompensadas motivó a un numeroso grupo de excursionistas no cientÃficos a emigrar de la faz de la tierra para sumergirse en las más remotas profundidades marinas.
Lo que allà encontraron era tenebroso y acogedor. Tenebroso porque se trataba de algo lleno de incertidumbres completamente desconocido para el ser humano, pero a su vez acogedor porque la infinidad marina les abrÃa nuevos horizontes y les permitÃa hacer lo que les daba la real gana sin que nadie les dijera cómo debÃan peinarse.
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En el fondo del mar no hay campos de golf. Pero hay vida. Los nuevos inquilinos descubrieron algas y especies marinas aún sin catalogar ni etiquetar por el raciocinio humano. También vieron peces, algo asà como pájaros pero que solo saben volar dentro del agua.
A pesar de su antigüedad la estructura marina no habÃa degenerado tanto como su homóloga terrestre. HabÃa allà abajo suficientes razones de peso para persuadir a los marinoides a asentar su campamento en la vasta extensión marina. Campamento que pronto acabó convirtiéndose en la primera ciudad submarina: La ciudad invisible. (...)â€
Extracto de “Crónicas submarinas. Diario de a bordo.â€