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. Arranca el 2002 y uno sospechaba que esta ciudad a nuestros pies era brizna amarillentándose en algún recoveco de la memoria. Uno pensaba que tanto sol era eclipse en el pensamiento. Uno siempre está pensando que vamos más atrás del próximo paso. Esar Simó y su ICSR Project me están lanzando a ese salto de gato o de lince, ¿o es que estamos lagarteando por este zinc tan caliente? “El radio” ha sido lanzado, tirado, está impactando en el ojo de este país de vidrio. Hip-hop, rappeo, jazzeado a lo John Zorn o John Laurie, fondo para un film imposible de Jim Jarmush, lo que hay en esta música es el ancla hacia el país de lo imposible aunque el paisaje esté bien definido. Comenzando por el segundo tema –que le da título a la producción-, se llega a la constancia del ruido cotidiano, a lo mortífero de ese gusano en el espíritu que es el radio todo el día prendido. El efecto que se logra es de agobio, de querer tirar al piso el aparato, de estar metido en un licuadora y sin esperanza de que se vaya la luz. Paisaje ocupado es el que se te pinta de enfrente. También el sonido sustenta el espacio. También ese prender y apagar es constancia de ser pequeños dioses imponiendo sus reinos. Y así se llega a “La Bomba de Los Mina”, tal vez el cuadro más ácido de lo que se está moviendo en la geografía postmoderna dominicana. Aunque los centros se hayan difuminado –la Duarte con París ahora se movió a la 27 con Lincoln-, el quedarse en algún tapón formará parte de la dominicanidad tanto o más que el acto de tomar café o rascarse la cabeza ante los requerimientos de algún deudor. Si antes el dilema era prender o apagar, ahora las variables se ubican entre el subirse y el desmontarse, quedando “La Bomba” como el pandemonium tangencial de cualquier movimiento que hagamos en la ciudad. Lope arriba, Duarte abajo, Los Mina por Sabana o Venezuela, sí señores, el tejemaneje de ahora para la sensación de estar moviéndonos sin llegar a ninguna parte, de estar metidos en esa lata de sardina. Es pensarse en algún clip MTVideano, en el que los negros de la zona se habrán enfluzado en tremendo Mercedes y pasan revista a los chineros o frieros y venduteros de la zona, a la Nínive que se está friendo mientras no hay margarina para este pan de agua tan duro que ni para pudín de pan sirve. “El radio” nos está tirando por todas partes. Grito del morenaje, sueños que no caben en el cinemascope, gritos poniendo ronco hasta a un manager del Licey, este mundo de muñequito en el paisaje dominicano está aquí, en un trance que no requiere de médico-legistas ni de nada, ni siquiera de mí, que ahora los dejo para que sigan oyendo a Esar Simó y su ICSR Project, a estos poemas de La Ferrand (La Momia) que uno tiene que llevarse así, de contrabando, mientras alguien está virando al doblar de la esquina. Hay que cruzar el puente, ponerle rejas al ala derecha, pasar ahora por la Bomba de Los Mina.
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