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Tengo la impresión de que ese interés que me nace de ir a ver a los poetas es tan vital como el de ir a ver a los rockeros. Las diferencias estructurales son evidentes. En una tocata cualquiera, las concentraciones de público pueden ser bestiales, más a la hora de cabecear cada tema, o en los clásicos empujones, para ir a la caza de la vibración vía la letra escupida, o con un buen riff de guitarra. En cambio, en las lecturas de poesía hay un ambiente más tranquilo, de sentarse y escuchar las figuras que ya vienen trazadas en un libro, o en un humilde cuaderno. Sé que viene de muy cerca la recomendación, ya que me dedico a escribir versos, pero también me interesa oír lo que los músicos tengan que revisar en su recorrido. ¿En qué se pueden parecer los poetas a los rockeros? Si existe una respuesta cercana, sería que cada cual se acerca a una verdad propia, la cual servirá para remecer las conciencias y el sentimiento, más allá de los estatutos y de las leyes posibles e imposibles. Creo en todo eso, y me siento complacido cuando eso se da. Tanto la chaqueta de cuero y los anteojos valen. Y si pueden complementarlo, inténtenlo.