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Después de dejar el suelo lleno de pedazos rotos y cuadernos viejos de espiral empapados en tinta, dejo el instrumento en su lugar. Fuera igual llueve y lo contrarrestro con el HI-FI a un volumen adecuado y un colacao, oscuro y con azúcar como me gusta. Miro alguna foto mal situada con el rabillo del ojo camino del baño. Delante del espejo intento colocar en su lugar las orejas, la boca, los ojos, el pelo, aunque de vez en cuando me apetece cambiar la situación de mis apéndices y me gusta comer por el occipital o mirar a la gente por el agujero del mentón sin ser visto; lo que más gracia le hace a los niños es cuando fumo por el lagrimal. De todas maneras intento evitar hacer esto en los restaurantes de menú diario, me siento observado por fornidos trabajadores de la construcción mientras sorben el gazpacho.He de deciros que nunca cumplo lo que digo: había pasado meses decorando interiores para no salir más y es entonces cuando salgo de casa y camino solo un buen rato, unos metros más abajo acompaño a mi cuerpo, que ni por asomo había echado en falta . Fumo. Al final no estaba lloviendo, el sol está arriba. Pienso que no debí estar tan patético, si mal no recuerdo sonreíste alguna vez. Gente, perros, palomas, mierda. Amo Barcelona. Al volver a casa pongo la tele; en los sucesos nuestros nombres salen juntos y brillantes por primera vez, las colillas se multiplican con cierto sentido, los fuegos artificiales pintan el cielo. Ya estoy mejor.