Lo primero que debes hacer, siempre, es humedecerte los labios.
Es quizá, lo más importante del ritual.
Este primer movimiento no debes permitÃrselo ver a tu amigo que esta en la habitación contigua y que esta esperándote.
Este primer movimiento es algo solo tuyo, algo que te pertenece y queda absolutamente debajo de tu control.
Debe ser asÃ, porque es el primer eslabón en una cadena, que bien construida, otorgara durante la tarde y noche de este fin de semana todas las pequeñas cosas cuya espera has estado cultivando durante toda la semana.
Toda la semana.
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Luego, revisas el atuendo. Nada demasiado provocativo, nada exagerado, pero a la vez, debe ser capaz de transpirar ese olor a loción dulce y a frutas que has ensayado en estos dÃas.
El atuendo es tan importante, tanto, que ni siquiera la desnudez que ahora pospones podrÃa reparar el daño, la omisión o la ausencia que puede provocar un poco de tela, más o menos colocada fuera de sitio.
Debe ser capaz de insinuar, de mostrar un poco y ocultar lo necesario. Debe marcarse sobre la piel y sus ángulos, formando nuevas perspectivas, como la piel de un durazno o la consistencia de algún tipo de fruta tropical, mango quizás.
Pulcro, importantÃsimo que se defina como pulcro.
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Luego, entras en la habitación donde esta tu amigo.
Es ahà que necesitas el efecto de los labios humedecidos en silencio.
Una luz apropiada los harÃa brillar, percibirse tibios y dulces.
Quizá hasta como el reflejo de otros labios, que para entonces ofreces velada y secretamente húmedos tambien.
Y ahà acaba tu papel en el juego.
Es el turno de tu amigo.
Y solo un idiota no podrá controlar el pulso, mantener los latidos estables y la temperatura del cuerpo normal.
Solo un idiota se abalanza, deja de lado el seducir y el percibir, el oler y el pone en perspectiva sus palabras.
Solo un idiota no se esfuerza.
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Me encantarÃa que me escribieses.
Te envió besos, y la promesa de ser la contraparte de un buena insinuación.
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