About Me
El Inquilino Comunista siempre fue un grupo especial. No por su música (imitación en muchos casos de patrones foráneos) ni por alguna cualidad especial de las personas que lo componÃan (siempre en un segundo plano, alejados del status de estrella). Ellos, pioneros de un sonido que terminó siendo moneda de cambio entre la juventud de este paÃs, ni siquiera fueron de los grupos más relevantes en aquel momento. Al menos, no en lo que se refiere a reconocimiento y cifras de ventas.No es que no quisieran destacar; simplemente, parecÃa que dicha cuestión les traÃa al pairo. Ellos eran felices con tocar sus canciones allà donde les dejaran, para audiencias minúsculas pero entendidas a ser posible. Nunca intentaron adaptar su sonido (guitarras enmarañadas, melodÃas sencillas) a la idiosincrasia nacional. Nunca se pasaron al castellano ni ficharon por una multinacional, pese a los intentos de alguna de ellas. Lo suyo era más una cuestión de independencia a la hora de componer y de cercanÃa a la hora de relacionarse.Nacieron como grupo en algún momento del año olÃmpico en Getxo, localidad situada en la margen derecha de la RÃa (la de los posibles), al calor de un pujante escena local de bandas (apoyadas, en muchos de los casos, por el ayuntamiento del lugar). Lo hicieron además en el seno de una escena nacional por aquel entonces fragmentada en grupúsculos de resistencia sonora situados en distintos puntos del paÃs con arduas posibilidades de comunicación entre si. Aún asÃ, lo hicieron. Y establecieron el supuesto epicentro de la movida en Gijón.Pero, por aquel entonces, pocos eran los que entendieron a una banda que hacÃa del ruido su pasión y a la que no se le entendÃa lo que cantaba. Bajo esas premisas grabaron un primer single en el sello local Radiation (Extended Play (92)) para, apenas un año después debutar en formato largo con El Inquilino Comunista (Radiation, 93). El gran pelotazo llegarÃa con Bluff (Everlasting, 95), grabado en Francia a las órdenes de Ian Burgess y convertido desde aquel preciso momento en el mejor disco de indie-noise nacional. Con Discasto (Everlasting, 96) las cosas ya no eran lo mismo, y El Inquilino Comunista desapareció de escena sin ruido ni malos humores.Las influencias a lo largo de su corta carrera fueron lógicas y previsibles (Sonic Youth, Pavement, Pixies). Pero los miembros de El Inquilino no se pasaban el dÃa desmintiéndolas en la prensa especializada. Básicamente, porque esta no existÃa salvo en formato fanzine. Tampoco se preocuparon mucho por diluirlas en su música. No era esa su misión. Lo suyo era tocar y pasárselo bien (¿se acuerdan de aquel Espárrago?).Tras su fugaz regreso a los escenarios acompañando a Devendra Banhart en una de las parejas de baile más extrañas de los últimos tiempos, El Inquilino Comunista ve ahora publicada la caja Dogbox (Everlasting, 05). Tres CDs y un cuco libreto donde se hace un completo repaso a su discografÃa con los tÃpicos temas inéditos, tomas en directo, versiones acústicas y de otros artistas (Rolling Stones, Tom Waits, The Breeders, Codeine, The Jesus And Mary Chain) en su interior.Zigor Cavero