La calle me parece extraña. Está como en silencio, a pesar del tráfico inmenso. Es la gente, la que no habla; pasamos uno al lado del otro, ni siquiera nos topamos. Como si nuestra materia se hubiese volado. ¿Qué pasa? Tengo rabia. Parecemos fantasmas. No me gusta esta calma; esta calma insana. Pasa un pájaro volando Y le soy indiferente. Perdón, me olvidaba: Pasa, me mira y me caga, yo, le hago un gesto con la mano y lo bombardeo a chuchadas. Pero se me olvidaba que también me cagan los humanos. Me cagan con su silencio, con su amargura, su apatÃa, su mala muerte, su mala vida. A todo le ponen precio. Quizás mi alma adivinó en el futuro estos hechos, y por eso se incrustó una rosa en el pecho. Y allá en las alturas, donde suelen ir los buenos, seguro me mira. En algunos momentos se me cierran los oÃdos. Los ojos se me apagan, mi boca se aprieta; quedo sin sentidos. El suelo está frÃo, pero es la única cama. Más allá otra alma emite un gemido, mi mano busca y encuentra su mano. Y en una convulsión brusca, sin hablar, nos abrazamos. Es otro fantasma: frió y sin colores. Es como otra alma en busca de amores. Mañana será otro dÃa y todo será igual. El por su vereda, yo por la mÃa. Algo pasa en esta calle; está sola como un desierto. Hace dÃas que estoy muerto, ojalá que alguien me halle.
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