About Me
Y SU MÚSICA ALERTARà LA TARDE.
Por VÃctor Bustamante.
Separata cultural IMAGINARIO
Periódico El Mundo – MedellÃn.
Sábado 19 de junio de 1999.
A Doña Ruty.Bajo cierta utopÃa social en Inventor de Sueños, Dávila comienza su etapa de compositor cristalizada en su CD: DÃas de Diario. Como cantautor establece su propósito: ser alguien, existir, reclamar precisamente en un medio tan hostil.Tomar el camino de ser cantautor preguntándose sobre los eventos que suceden, es ser contemporáneo: no dejar que esa experiencia niegue por fraguar una sentina de sentimientos al por mayor en la música no solo basta una buena melodÃa, unos buenos arreglos, un estribillo engañoso; siempre hay algo que decir, y existen personas que lo dicen. Los mas grandes y diversos: Serrat, VÃctor Jara, George Moustaki, Jacques Brel, Bob Dylan , Chico Buarque, Piero, Violeta Parra, Paco Ibáñez, Patxi Andion, León Gieco y el primer Facundo Cabral, no el evangelista. Más cerca de Dávila: JoaquÃn Sabina, Javier Ãlvarez y Pedro Guerra. En el paÃs alguien relevante: Pablus Gallinazo y sus obras maestras: Mula revolucionaria, que posee ese dulce encanto de los primeros revolucionarios antes de ese termino convertirse en una maquina de guerra; Una flor para mascar y un fallo discutido que no mancha la otra canción, su rival también hermosa, el pescador del infausto Fausto; o Boca de chicle con un nuevo concepto de erotismo sobre el amor de nostalgia, muy manoseado en su momento, a pesar de la voz artificiosa de Oscar Golden. También, por supuesto, hay que mencionar el injustamente olvidado: Humberto Monroy que con su grupo Génesis combinó instrumentos eléctricos con flautas y tambores para intentar un rock nacional y a quien tanto deben ciertos aterciopelados.
Los cantautores mencionados tienen algo en común, a medida que evolucionan musicalmente entregan una huella: su experiencia interior desafÃa la impostura de lo universal como falsa exégesis de la aceptación, el amor en ellos también crece, la ignominia no pasa de lado, el silencio no hace tabla rasa ante la injusticia: exploran otros hitos. Ellos han tenido un camino difÃcil cuya indiferencia general casi los ha eclipsado; de por medio tienen las disqueras que han convertido el amor en hojarasca literaria, pero rentable para un publico nivelado por lo bajo intelectualmente. Ellos tienen un lugar en el corazón por que no fueron avasallados por los mass que los relegaron a ser casi una curiosidad.
Un cantautor no canta canciones simples y pegajosas sino que tiene que decir algo; no busca quien le haga canciones, el las escribe y las musicaliza: controla ese quehacer. El que no pasa por el mundo repitiendo la misma balada con frases y promesas de amor que gastan y trivializan ese discurso y lo convierten en un simple recurso . Claro que un bolero de los panchos, un tango de Homero Manzi, Yesterday o summertime significan otra cosa, son escritas con el corazón. El cantautor busca un espacio porque él marca la diferencia, quiere decir algo y lo afirma. Un cantautor abre un mundo donde la poesÃa, letra y música son portadores de una voz, su voz. En un cantautor la música no es anestesia, sus letras no son anestesia, sino que ambas representan una combinación para sacar a la música de una minorÃa de esas.
Lo anterior para referirme a la música de John Harold Dávila; creo que su canción mas bella la compuso cuando pertenecÃa a Sol mayor, pero grabada con Suramérica, Esperando vida. Cantada a capella parece ser un maitin para un reclamo, una referencia dura para los exiliados. Por supuesto que el debÃa abandonar ese Suramérica que se anquilosó al realizar, incluso con la orquesta filarmónica, solo revivals de canciones ajenas que cantan mejor sus autores. Una de ellas, tal vez la mas hermosa balada de rock, Escalera al cielo, de Robert Plant y Jimmy Page.
John Harold Dávila quiere encontrar, soñar y definir un mundo más amable y digno. Bajo cierta utopÃa socia, en Inventor de Sueños comienza su etapa de compositor cristalizada en su CD: DÃas de Diario. Como cantautor establece su propósito: ser alguien, existir, reclamar precisamente en un medio tan hostil. En su balada mi verdad es la guitarra afirma: “ las canciones que me embargan/ que sostienen lo que digo/ lo que canto / lo que olvido.†En ella se establece su código creativo, dijo embargan, o sea, el compositor sabe que va a musicalizar lo que lo arroba y lo cerca.
En Juntemos la Canción, el tono levemente elegiaco de una armónica sirve de proemio para denostar de la soledad en pos de la solidaridad y rechazar el individualismo; por ello acude a la libertad y la transparencia, pero en lo Ãntimo sabe de la ruda y áspera lucha por exponer su trabajo y la soledad del autor. También entrega una versión sobre el amor en una ola donde los mejores momentos se recobran como en Rasgándome la Piel o una conclusión mas ideológica que ecológica en Ya no rió, donde conjuga el problema de la contaminación en nombre del progreso con la destrucción de todos los ambientes con otra descontaminación peor, las voces acalladas de la ignominia: los muertos anónimos que bajan desde el 48 por los rÃos. El tema ecológico reaparece en Bolero a mi PaÃs: cuestiona los usureros del paisaje pero triunfa la esperanza, y en Especies de Animales en VÃa de Extinción; la destrucción se devuelve contra el hombre mismo:â€hombre que mate es hombre que muere al finalâ€. En El que lleva la luz hace un reclamo a la impunidad, esa impunidad que puebla el ámbito cotidiano con el silencio y la indiferencia que es la peor forma de olvido.
Y entre esas baladas, el único homenaje que algún poeta haya hecho en el paÃs a otro: De vida, no de Muerte, dedicada a Dario Lemos, versión acerca de alguien que decidió ser poeta con todo lo oscuro que ello significa: por supuesto hablo de quienes son decentes; el artista en su hado: la marginalidad que es otra manera de ser romántico en los tiempos platónicamente plásticos.
Ser cantautor tiene un precio, asumir una posición nunca tibia sino vehemente; ser cantautor es dejar una huella. Ser capaz de cuestionar para soñar, y saber que la única dignidad posible es la búsqueda perenne, no el pantano de la comodidad. Ser cantautor es hurgar otros temas con otra poesÃa de las cosas y eventos cotidianos. Alguna vez el termino cantautor se asocio a lo polÃtico con no muy buen resultado, casi se les estigmatizó: se le llamo canción protesta, otros suavizaron el termino y lo asociaron como canción testimonio, canción mensaje; creo que ninguno de ellos lo aprehende, no observaron que en esa música subyacÃa otro no menos obvio: la poesÃa de la vida.
En la música de John Harold Dávila pervive el derecho a la esperanza. Esa luz al final del laberinto y es una bofeteada para ese batÃburrillo de abalorios de la llamada generación trash, siempre atrás, la que dice no tener historia, la generación basura, la generación escombro, modelada y moldeada por la fantasiosa publicidad de la mala tele, la que no tiene norte a pesar de estar influenciada por el consumismo del Norte.
Una noche en la azotea de su casa con vino rojo en la mesa de granito, en el atril las letras con la fuerza de sus composiciones, su guitarra que es la otra extensión de su herida: su voz; los planes inconclusos. Alguna vez dijo: “Nacimos en un paÃs y en un momento equivocado “, lo cual es gravemente cierto. Pero también es cierto que ese guitarrista consumado, su arreglista, demonio enamorado: Alejandro Gutiérrez pasea sus dedos mágicos sobre el mástil de la guitarra donde los acordes de su nueva producción con temas como â€Bajo el Guayacán de Pradoâ€, “Tango Mortal “y otras canciones próximas a publicar junto con una novela, de un indeciso amigo común, Amábamos tanto la Revolución.
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