HOMBRE MARLBORO

¿Cuándo inició el pensamiento? ¿De dónde llegó? Un montón de hojas en mi querido entorno bucólico, secas de otoño, con chispitas de agua en el pasto marchito. ¿De dónde vino? Un otoño misericordioso. Dios-perro también toma en serio las cosas del pasado y les pone nombre. Para él y para mí las cosas nominales. Su esencia en el tiempo, sin casualidades, diciendo, con´fío en las palabras, oraciones eventuales, para no perder el trecho ya recorrido y hallarme en el inmundo pastiche. Trato de convencerlo de que soy único, de que nazco de mi enfermedad. Me sumerjo muy profundo buscándome; saber... de dónde vienen mis excreciones, de dónde salgo yo. Aquí parásito de mi propio cuerpo, me sumerjo en las oscuridades de los conceptos para encontrarme a mí, tan enajenado de mí mismo. El aire fétido de mi amado entorno no sive de mucho para darle sentido a mi existencia. Si es que mi existencia está fuera del cáncer, SI ALGUNA VEZ FUI FUERA DEL CANCER. La máquina-cáncer inicia un proceso de entropía/metamorfosis en busca de su ser esencial, detrás de mí, alejado o ajeno. Dios sabe, quizá vestido de mujer, con falda larga; o quizá fornicando con el hombre, o con la mujer circunscrita a puta. Hedor de mujeres. Trasvestí. Elemental, tanto o más, el proceso de diferenciación es primitivo, mis células no siempre fueron de hombre, alguna vez seguramente fui cáncer y era la nada sobre mis trompas uterinas como cuernos de la abundancia a mis costados, minúsculos y sangrantes. El flujo de la vida sobre mis frágiles costillas y mi vientre rubicundo. En el principio fue el sexo, el coito ininterrumpido y luego fui yo junto a mis tubas. Caía plácidamente en un precipio alterno a mi sobriedad. Junto a mí vivía la sangre, rebosante y cálida, y yo movía mis manos incitando mis sentidos alterados. Nadie recuerda nada. Yo sí, consusbtancial al vientre materno, lo recuerdo todo con detalles. NO ME ARREPIENTO.