— Es una cosa ya olvidada, significa "crear vÃnculos... "
— ¿Crear vÃnculos?
— Efectivamente, verás. Tú no eres para mà todavÃa más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mà y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mà único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo... Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mÃ. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sol. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mà algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo. Por favor... domestÃcame —le dijo.
— ¿Qué debo hacer? —preguntó el principito.
—Debes tener mucha paciencia. Te sentarás al principio un poco lejos de mÃ, asÃ, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada dÃa podrás sentarte un poco más cerca...
El principito volvió al dÃa siguiente.
—Hubiera sido mejor que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezarÃa a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré asà lo que vale la felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
De esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se fue acercando el dÃa de la partida:
— ¡Ah! —dijo el zorro—, lloraré.
—Tuya es la culpa —le dijo el principito—, yo no querÃa hacerte daño, pero tú has querido que te domestique...
—Ciertamente —dijo el zorro.
— ¡Y vas a llorar!, —dijo él principito.
— ¡Seguro!
—No ganas nada.
—Gano el color del trigo.
—Adiós —le dijo.
—Adiós —dijo el zorro—. He aquà mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos. Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa...
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